La secuencia suele seguir un patrón familiar: nos preparamos para dormir, nos acostamos en la cama e intentamos conciliar el sueño. No obstante, en lugar de encontrar tranquilidad, la mente se agita con pensamientos negativos, a menudo tumultuosos y angustiantes. Amplificamos nuestras preocupaciones, percibimos problemas sin solución, y al fina dormirse resulta casi una tarea imposible.
3PENSAMIENTOS PERPETUANTES
Además, los pensamientos pueden actuar como factores perpetuantes, como cuando la preocupación sobre la calidad del sueño aumenta el estado de alerta, afectando la capacidad para dormir y alimentando un círculo vicioso. En casos más severos, el paciente puede sentir que nunca volverá a dormir, perdiendo el control sobre su sueño y enfrentando consecuencias durante el día a raíz de noches difíciles.