El Partido Popular de Barcelona, con Manu Reyes como máximo responsable, ha regalado el Ayuntamiento de Barcelona a los socialistas del PSC. Los ‘populares’ esgrimen un cierto «sentido de Estado» para evitar que el independentismo se haga con las riendas de la segunda ciudad más importante de España. No obstante, los socialistas están a punto de cerrar un acuerdo con los de Xavier Trias, el hombre fuerte de Carles Puigdemont, para dirigir la Diputación de Barcelona, mientras han consensuado acuerdos con ERC para hacerse con el poder en las de Tarragona y Lleida.
El movimiento del PPC es inexplicable y cualquier argumentación cae por su propio peso. Por un lado, está por ver cuánto vale la palabra de Jaume Collboni, que ha asegurado que impedirá a los concejales de En Comú Podem entrar en su Ejecutivo municipal, pero necesitarán su apoyo para poder pactar los Presupuestos y demás leyes locales que se impongan en Barcelona. De hecho, dados los pactos anteriores, gobernará de facto un tripartito entre ERC y los de Ada Colau para mantener la coherencia de los últimos seis años.
Barcelona no marca la agenda política ni mucho menos la estatal, como pretenden visualizar los ‘populares’
No obstante, Barcelona no marca la agenda política ni mucho menos la estatal, como pretenden visualizar los ‘populares’. Todo el foco se sitúa en Madrid desde la aplicación del 155 de la Constitución en Cataluña, el principal movimiento del PP para derrotar y desactivar al independentismo, revertido después por los propios socialistas de Pedro Sánchez, con los indultos.
EL PPC DE SIRERA REGALA BARCELONA AL PSC
Cataluña hace años que está fuera de la agenda política, pero Barcelona está asolada por la inseguridad, ocupación ilegal de viviendas, deterioro económico, pobreza y un creciente desigualdad espoleada por la inflación y unos tipos de interés disparados.
Los ‘populares’ han salido en tromba para dar sus razones para justificar su apoyo a Collboni, alcalde de rebote y uno de los principales responsables de la decadencia de la Ciudad Condal. El PPC ha dado su apoyo a quien ha hundido a Barcelona y a cambio de nada, un regalo disfrazado de sentido común con el fin de evitar que Carles Puigdemont, muerto civil y políticamente, pudiera tomar el bastón de mando.
La hemeroteca, esa censura frustrada, muestra la cruda realidad. El flamante fichaje de Alberto Núñez Feijóo como cabeza de lista por Barcelona, obligó a romper con Manuel Valls por dar su voto a Ada Colau como alcaldesa de Barcelona. El ex primer ministro francés quebró al grupo municipal de los ‘naranjas’ con el mismo argumento: «No ceder ante el independentismo». Los socialistas de Collboni no sólo consiguieron entrar en el poder de Barcelona, sino que se repartió el mismo con los independentistas en otras ciudades y especialmente las Diputaciones, como vuelven a hacer en este 2023.
Los Presupuestos de estos entes supramunicipales son abultados y con ellos se otorgan jugosas y cuantiosas subvenciones a asociaciones afines. El sello de estas instituciones son muy visibles en bancos, parques y jardines, pero también en el reguero de dinero público que se asigna a dedo.
DEL PUNTO DE NO RETORNO A PROPICIAR UNA MAYOR DESTRUCCIÓN PARA BARCELONA
El propio cabeza de lista del PPC por Barcelona, Martín Blanco, afirmó hace cuatro años que dar la investidura a Colau fue un «punto de no retorno», pese a que en su Gobierno entraba Collboni. Ahora afirma que «el PP decide en Barcelona», como si los cuatro concejales obtenidos por el trabajo y esfuerzo de Alejandro Fernández, líder del PP catalán, fueran decisivos. La realidad pasa después por conocer qué hará el PSC tras las elecciones generales del 23 de julio.
Si de algo pueden presumir los socialistas es de su ansía por el poder, independientemente de con quién logren pactar. Collboni y Salvador Illa, como ya lo hiciera Miquel Iceta, son especialistas en ostentar varas de mando, sin importar si el compañero de cama pretende romper con la legalidad vigente. El llamado «mal menor» por los ‘populares’ no son más que la muleta necesaria del independentismo en Cataluña.
De hecho, los afiliados del PPC conocen a la perfección las consecuencias de encumbrar a los socialistas. Por un lado, fue el propio PSC de José Montilla quien trató de esquivar la Constitución con aquel Estatuto de Autonomía, donde, entre otras lindezas, se exigía que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña fuera el máximo órgano judicial en la comunidad autónoma, o que el catalán era la única lengua vehicular. Asimismo, se exigía al propio Estado invertir en infraestructuras la parte proporcional del PIB en la región. Uno a uno, cada uno de los puntos fue tumbado con una sentencia ejemplar del Tribunal Constitucional, quien aseguró que aquel legajo no era más que un papel mojado.
EL PSC GANA PODER EN BARCELONA CON EL APOYO DEL PPC DE SIRERA
Estos son los socialistas en Cataluña, y quien los subestime o aúpe comete un error de bulto o no ha entendido nada de lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos quince años. El error de dar poder a quien es capaz al mismo tiempo de dar la mano a Puigdemont, como ha hecho y hará el PSC en la Diputación de Barcelona, es lo mismo que dárselo directamente al independentismo. De ahí la importancia de marcar los límites. Y en este argumento se centran las principales quejas de los afiliados.
A todo esto hay que añadir el pacto de los socialistas con el resto de grupos parlamentarios para acorralar al PPC en cualquier municipio o ente público con opciones de gobierno. El PSC moverá cielo y tierra para evitar que los ‘populares’ puedan gobernar. Como muestra de ello, la inefable moción de censura que despojó a Xavier García Albiol de Badalona. Esta es la cara de los socialistas en Cataluña. Y no, no se entiende como el PPC da su mano regalada a los mismos que les echaría del poder incluso pactando con la extrema izquierda separatista de la CUP.
EL ‘NO’ PERMANENTE DE COLLBONI Y COLAU A RELANZAR BARCELONA
Esta vez, la opción de Xavier Trias y Ernest Maragall no sólo era la opción más factible para arrinconar al separatismo, sino que estaban atados de pies y manos. Con sólo quince concejales es imposible gobernar la ciudad sin consenso, y ni mucho menos ponerla al servicio del separatismo.
La opción que podría provocar un vuelco en Barcelona pasa por una moción de censura entre ERC y Colau, pero necesitaría el apoyo del propio Trias, que deja la política tras asegurar el poder en la Diputación de Barcelona. El error de dejar Barcelona en manos de quien ha permitido su decadencia tendrá consecuencias en el ámbito social y económico. La brecha con Madrid se agranda y no hay visos de poder cerrarla, más cuando el propio PSC se ha instalado en el ‘no’ permanente.