La influencia del gurú demoscópico Narciso Michavila en Génova 13 ha crecido tras la sustitución al frente del Partido Popular de Pablo Casado por Alberto Núñez Feijóo, que confía en GAD3 pese a que el presidente de la consultora pronosticó de forma errónea que la formación del centro-derecha iba a ganar al PSOE el pasado 28 M por más de un millón de votos (finalmente no se alcanzaron los 800.000).
Los ridículos pronósticos partidistas del CIS han otorgado valor en la arena pública a Michavila, que hace dos años logró que Casado, dolido por las debacles ‘populares’ de 2019, sustituyese el aguirrismo por el arriolismo bajo la atenta mirada de Miguel Ángel Quintanilla.
El actual diputado ejerció brevemente como responsable de Estrategia del PP de Casado, que previamente había intentado marcar distancias con Vox arremetiendo contra Santiago Abascal en la moción de censura de octubre de 2020.
Pero Casado no prestó demasiada atención a Quintanilla, situado en el puesto número 11 en las próximas generales en la circunscripción de la Comunidad de Madrid. Alberto Núñez Feijóo cree que mejorará ampliamente los 10 diputados cosechados por su partido en las últimas generales.
SÍNDROME DE POPEYE
Quintanilla decía sobre la división de la derecha en tres trozos entre 2018 y 2022 que se parecía al síndrome de Popeye, que «es una lesión grave que afecta al músculo, al tendón y a las articulaciones desde el hombro hasta el codo. El efecto aparente es un gran desarrollo del bíceps, pero la realidad es que se ha producido un desgarro de lo que une esas tres partes».
El gurú explicó que «el desgarro, erróneamente diagnosticado como fortaleza, ha definido a la derecha española desde finales de 2018 hasta el pasado 22 de octubre de 2020, fecha del conocido discurso de Pablo Casado con motivo de la moción de censura».
Quintanilla se mostró crítico en el pasado con Vox porque Santiago Abascal lanzó guiños franquistas cuando presentó la fallida moción de censura de 2020: «El Gobierno de Pedro Sánchez es el peor Gobierno en 80 años de historia», aseguró el dirigente vasco.
El diputado del PP dice que «esa frase inaugural» de Abascal «es rigurosamente incompatible con cualquiera de las tradiciones políticas que confluyen en el PP –liberalismo, conservadurismo y democracia cristiana– y sitúa a Vox en un territorio político absolutamente ajeno, con el que el PP simplemente no tiene nada que ver, ni siquiera en su más remoto origen. Y frente a ella lo único procedente en coherencia con lo que el PP ha sido, es y pretende llegar a ser, es decir no».
«Echar a Sánchez al precio de que el PP relativice su compromiso democrático no es aceptable en ningún caso, y no funcionaría en ningún caso. Lo que la nación hizo en la Constitución fue declarar solemnemente que su única forma digna de existencia es como democracia, y la voluntad de la nación, en cuyo nombre tantas veces se pretende hablar, no tiene precio, tiene valor», añadió.
Curiosamente, el propio Quintanilla no percibió que el PP perdió las generales de 2008 por echarse al monte (11M, campaña contra las bodas gais y contra la negociación del Gobierno con ETA) y aseguró entonces la importancia ideológica que se le concede y las virtudes electorales que se le suponen al centro «no evitan que se trate de un concepto en extremo impreciso y polémico».
Quintanilla afirmó que «con frecuencia, el centrismo» que él ahora defiende «irrumpe en el debate político mediante un razonamiento que podría resumirse así: la sociedad española manifiesta ser de centro, puesto que los españoles se ubican en la escala ideológica en un punto del centro ligeramente escorado a la izquierda, y, en consecuencia, quien desee ganar las elecciones debe procurar acercarse hasta ese punto».
Por aquel entonces escribía que «elaborar una campaña de imagen para ese electorado es perder el tiempo». ¿Pensará ahora lo mismo Núñez Feijóo?