Investigadores, clínicos y pacientes han mostrado, durante el XVIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad, su «perplejidad» ante la discriminación que sufren las personas con obesidad, no solo por el estigma social que arrastra, sino porque, a pesar de ser un modelo claro de enfermedad y de que hay tratamientos cada vez mejores, no está «ni adecuadamente reconocida como enfermedad ni se facilita el acceso de los pacientes a estas terapias».
«La obesidad es una enfermedad no del todo reconocida, a pesar de ser una de las más prevalentes y de que, globalmente, el exceso de peso causa al menos 2,8 millones de muertes cada año», ha comentado la especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona), Nuria Vilarrasa.
El exceso de grasa corporal acaba depositándose en casi todos los órganos del organismo y termina por dañarlos, dando lugar a múltiples enfermedades asociadas que van desde las más conocidas, como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, la apnea del sueño o el hígado graso, hasta otras menos distinguidas, como el deterioro cognitivo, la insuficiencia cardiaca y renal, y el cáncer. De hecho, hasta ahora, la obesidad se ha asociado al desarrollo de 13 tipos de cáncer.
«Sabemos que la obesidad puede ser responsable de muchas enfermedades, siendo difícil encontrar una patología que no sea más prevalente y frecuente en una persona con obesidad que en una persona con normopeso, ni condición cuya gravedad no empeore ante la aparición de obesidad», ha recalcado la experta del Hospital Universitario de Bellvitge.
Este impacto sistémico de la obesidad tiene una explicación, un ‘hilo etiopatogénico’. Cuando la grasa corporal excede la capacidad de depósito a nivel subcutáneo, se deposita a nivel visceral en diversos órganos (corazón, hígado, riñón, páncreas), dañándolos. Los adipocitos o células grasas liberan sustancias que aumentan el estado inflamatorio y la resistencia a la insulina, todo ello dará lugar a la afectación de la mayoría de los órganos.
Por este motivo, la obesidad causa muchas enfermedades directamente y también provoca graves complicaciones que se derivan de las mismas, como las psicológicas. Ante esta situación, la doctora ha destacado la necesidad de dejar de estigmatizar esta enfermedad y tratarla como una enfermedad crónica con una gran repercusión en salud y que requiere un manejo activo tanto a nivel preventivo como terapéutico.
«La base de su tratamiento es realizar una dieta saludable y actividad física, pero si eso no es suficiente en la actualidad disponemos de fármacos que ayudan a controlar la ingesta», ha reconocido esta especialista. Sin embargo, añade, los fármacos actualmente comercializados para el tratamiento de la obesidad no están financiados por el Sistema Nacional de Salud, de manera que su uso se encuentra limitado por las condiciones económicas del paciente, algo que supone una «gran discriminación» frente a otras enfermedades crónicas.
Por otro lado, en los casos de obesidad grave, la cirugía de la obesidad o cirugía bariátrica es el tratamiento más efectivo para alcanzar una pérdida de peso muy significativa y mantenida en el tiempo, pero también existe la limitación que suponen las «largas listas de espera».
En los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de las bases biológicas de esta enfermedad y se han desarrollando fármacos muy efectivos, que ayudan al control de la ingesta y con estudios muy sólidos que muestran pérdidas significativas de peso (entre el 15-20% del peso corporal inicial). «Son resultados muy esperanzadores y similares a los obtenidos con algunas técnicas quirúrgicas», ha asegurado la especialista en Endocrinología y Nutrición.
El contrapunto lo ponen los pacientes, que con su experiencia revelan algunas «injusticias y situaciones desagradables» por las que suelen atravesar en su día a día. Es el caso de Morgan Salmon, «una persona que vive con obesidad» y que ha explicado su caso en el marco de este Congreso.
«Antes de mi diagnóstico y tratamiento tuve que hacer frente a la culpabilización extrema hacia mi persona por mi físico: dejé de ser Morgan y me volví el ‘obeso ese’; tuve que vivir con una enfermedad, pero sentir que vivía con una decisión; debí desarrollar actitudes compensatorias, como tratar de agradar siempre; y, sobre todo, sentía que nada era suficiente», ha narrado este miembro de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional Asociación (ABHíspalis).
Ahora, tras someterse a una exitosa cirugía bariátrica, Morgan se identifica como alguien que vive con una enfermedad crónica, y desde esa posición advierte sobre importantes déficits. «No es fácil encontrar profesionales de la salud sensibilizados para tratar sin culpabilizar (narrativa estigmatizante), se pone el foco en la prevención pero sin políticas claras de apoyo a quienes ya vivimos con esta enfermedad, existen barreras de acceso a tratamientos basados en la última evidencia clínica y, en definitiva, subsiste una falta de conocimiento y sensibilización sobre el problema de la obesidad», ha argumentado.