El decano del Colegio de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas Briales, ha destacado la incidencia «extremadamente alta» que han tenido los rayos este año en la formación de incendios forestales, frente al número «relativamente» bajo de incendios provocado «incendiarios» para hacer daño. Junto a los rayos, recuerda las conductas involuntarias y urge a mejorar la gestión y la prevención en un escenario de cambio climático.
En una entrevista con Europa Press, Rojas Briales ha admitido que el cambio climático «genera más estrés al monte» y «más ocasiones para arder», pero la respuesta, en su opinión, no puede pasar por «echar balones fuera y posponerlo todo a resolver el cambio climático, que será una lucha de decenios a escala global».
Así las cosas, el representante de los ingenieros de montes, ha urgido a actuar a escala local y en una escala «temporalmente menor» actuando frente al abandono rural y para recuperar la gestión forestal que, a su juicio, «en todo caso se debería hacer por el hecho de tener unas condiciones climáticas y orográficas muy proclives al fuego».
En este contexto, ha atribuido al cambio climático la responsabilidad en los incendios dado que genera más eventos extremos que generan previamente más necromasa (nevadas, vendavales, condiciones para ataques de insectos más intensos, sequías); favorecen condiciones extremas proclives al fuego, que derivan en meganicendios que no son, en su opinión, otra cosa que la continuidad y la alta carga de combustibles dispuestos a arder».
Pero esa deriva considera que depende de la presencia o ausencia de gestión forestal sumada al abandono agrícola que aumenta la continuidad y la superficie de bosques y en la transición de bosque matorral que generan formaciones «altamente combustibles».
Por ello, subraya que aumentando las actuaciones en gestión forestal, dado que ahora solo se corta un tercio de lo que crece en los bosques españoles, estos serían, a su vez más resistentes ante el cambio climático, proveerían de biomasa y materiales clave para ser menos dependientes de energía exterior, al tiempo que se reducirían las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Otras de los consecuencias que el decano ve en esta actuación a nivel local sería una producción de carne en extensivo con menores emisiones de gases de efecto invernadero y de mayor calidad, al tiempo que se recuperaría población en la «España interior», se reducirían los costes de la extinción y habría una mayor disponibilidad de agua, dado que la alta densidad de bosques «consume mucha».
En ese sentido, ha subrayado que el Ebro ha perdido «la mitad de su caudal en 50 años no por menor precipitación, sino por alto emboscamiento«. Esta batería de medidas, según el decano, contribuiría al mismo tiempo a mejorar la biodiversidad dado que asegura que las masas hiperdensas son poco biodiversas.
En cuanto a los factores que han determinado los incendios de este año, que según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico han quemado 162.447,44 hectáreas, y más de 236.000 según los datos de observación europeos de Copernicus, Eduardo Rojas dice que aún es pronto para determinar tanto las causas «complejas» como el número definitivo de hectáreas arrasadas, un proceso que recae en los agentes forestales, centrados ahora en vigilar, extinguir y preservar las pruebas.
Por ello, confía en que no será hasta el otoño cuando se «afinen» las superficies afectadas y la tipología del suelo quemado y atribuye la diferencia de cifras del Ministerio y Copernicus al hecho de que «siempre» la extensión definitiva es menor que la estimada inicialmente por satélite.
En todo caso, ha constatado que de los grandes incendios acaecidos en lo que va de año «muchos» se han debido a los rayos que dejan las tormentas secas y que son más habituales en el interior y en zonas de montaña, además de por máquinas de cosechar o de repoblaciones.
«Sobre todo, en términos de superficie y causa, estamos ante un año extremadamente alto en causas de rayo y normal en involuntarios o negligencias y relativamente bajo en incendiarios aunque esto es aún pronto para ser evaluado», ha pronosticado Rojas Briales que añade que los porcentajes entre causa y superficie no suelen coincidir.
De hecho, argumenta que los rayos, que son un origen «modesto» en la media incendios, en torno al 5 por ciento, suelen afectar a mayor superficie. En concreto, este año varios grandes incendios forestales (aquellos que consumen más de 500 hectáreas) fueron provocados por estos motivos. No obstante, precisa que los rayos «siempre han sido la causa más importante» en los de esta tipología en Aragón en todo el sistema ibérico (Cuenca, Soria, interior de Castellón) así como en el Pirineo.
Si bien en Cataluña o Valencia estos suponen del 10 al 20 por ciento en el número de hectáreas afectadas que es mayor en esta tipología de incendios porque ocurren en lugares más inaccesibles que los causados por el ser humano.
Con todo, para el decano el abandono rural de la España interior es «mucho más grave» porque, allí también hay menos efectivos y recomienda que las reforestaciones ‘compensatorias’ de los incendios sean controladas por las administraciones forestales de las comunidades autónomas, igual que las que sufragan las inversiones públicas para que se hagan «con todas las garantías» e incluyan un seguro que cubra los primeros 30 o 40 años.
Finalmente, preguntado por el temor de habitantes en el medio rural sobre la posibilidad de cambio de usos de suelo en las zonas incendiadas, el decano de los ingenieros de Montes reitera que la Ley de Montes «solo» permite cambios de uso de suelo por interés general y mediante una ley expresa.
De ese modo, califica de «leyenda urbana» que se provoquen incendios por especulación con la madera quemada y por cambios de uso de suelo. «Esto no es posible ni desde 2006, ni antes era una causa perceptible de incendios como demuestran las estadísticas», asegura Rojas Briales que apunta a la presidenta del PSOE, en su día ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, y al «caballo del ecologismo» la inclusión de esa disposición en la ley.
No obstante, sobre la posibilidad de instalar parques eólicos en los terrenos arrasados por el fuego, el decano afirma que se pueden establecer en cualquier monte, esté quemado o no, porque estos no suponen un cambio ni en el uso forestal ni en el uso de suelo, ni a la propiedad en caso de que fuera monte público. «Se tratan como las antenas de telefonía», concluye.