Todos conocemos y hemos usado o al menos hojeado la Guía Michelin, sobre todo en los tiempos en los que se vendían más en papel, junto con los mapas. También estamos familiarizado con las estrellas Michelin y soñamos con acudir o que nos inviten a uno de esos restaurantes. Para conseguir esos reconocimientos, unos inspectores y críticos tienen que actualizar datos, calidad, etc. de cada establecimiento, pero como en otros órdenes, para que todo sea ecuánime y verídico, el dueño del negocio y los empleados no deben de saberlo. Si no fuera así, sería una performance puntual para deslumbrar y entrar en el selecto club. Veamos cómo hacen pues para que no les reconozcan ni sospechen que ese cliente es en realidad el que marcará parte de su futuro y prestigio.
2ELLOS HABLAN
Como recoge Forbes, en palabras de uno de estos trabajadores, «el motivo de las inspecciones anónimas es simple: queremos validar la misma experiencia que tendrá cualquier otro comensal en el restaurante para poder brindar una opinión confiable a nuestros lectores. Pero la Guía Michelin es transparente sobre el marco de calificación, que se ha centrado solo en la comida del plato desde el principio: la calidad de los ingredientes, dominio de la técnica, armonía de sabores, la firma única del chef y consistencia en el tiempo«.
Y obviamente esa fuente anónima añadía que «El anonimato es fundamental para el empleo de un inspector Michelin. Y permanecer en el anonimato en un mundo donde las personas transmiten públicamente todas sus acciones e interacciones es un desafío». ¿Cómo lo hacen?