La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) está en una posición comprometida. La presencia del marido de Teresa Ribera, Mariano Bacigalupo, entre los consejeros que componen la Comisión, se ha convertido en una piedra en el zapato tanto del Gobierno como de la propia CNMC. Bacigalupo se ha dedicado a atender las necesidades del lobby que ha formado junto a la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Transición Ecológica antes que ha realizar sus labores. De hecho, en más de una ocasión ha maniobrado en favor de los intereses del Gobierno por petición «expresa» de su mujer. Esta situación se ha complicado debido, especialmente, a los altos precios de la energía que han dejado en la cuerda floja a Teresa Ribera. Desde entonces, algunos miembros del Gobierno buscan alterar la agenda de la CNMC para que la salida se produzca antes de lo esperado. De momento, al rotación de consejeros está contemplada para 2023.
La CNMC cuenta con los servicios de Mariano desde 2017. En un principio, la labor del consejero no era demasiado notable. Pero todo cambió cuando Teresa Ribera llegó al Consejo de Ministros de la mano del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Desde ese momento, Mariano Bacigalupo y Teresa Ribera fueron construyendo un lobby interno dentro del Gobierno que atendía exclusivamente los intereses del matrimonio. Es cierto que, según cuentan fuentes del Gobierno, en muchas ocasiones esos intereses eran los mismos que los del presidente del Ejecutivo, pues Teresa Ribera buscaba apuntarse tantos haciendo favores al líder del PSOE. Sin embargo, todo se ha precipitado desde que la energía empezó a subir.
Bacigalupo ejercía de fontanero del Gobierno en algunas cuestiones. Llegó incluso a intentar frenar un informe de la UE para que Pedro Sánchez no asistiera a una cumbre con la cara colorada. Esa labor de fontanería, por supuesto, buscaba defender los intereses de Teresa Ribera, no tanto del Gobierno. El problema es que desde julio del año pasado todo este proceso de win-win en el que estaban inmersos tanto Moncloa como Ribera se ha precipitado por la evidente falta de ideas de la ministra de Transición Ecológica para sacar adelante iniciativas que rebajen, aunque sea un poco, el coste de la energía. Le quitaron Twitter y ahora quieren romper el lobby que forma con su marido. E incluso el Partido Popular lo sabe y ha pedido la dimisión de Bacigalupo.
Los miembros que componen la CNMC tampoco es que estén acostumbrados a salir en los medios políticos. Ha sido la labor oscura de Bacigalupo la que ha puesto en el mapa mediático a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Y fuentes fundadas aseguran incluso que la presidenta, Cani Fernández Vicién, también está algo cansada de que uno de sus consejeros se dedique por las noches a atender los intereses de su mujer en el Gobierno enturbiando el papel de la CNMC. Nunca antes alguien había condicionado tanto la imagen de la Comisión. Y lo peor de todo es que aunque ya se da por amortizado el paso de Mariano Bacigalupo por la Comisión, su salida está prevista para 2023, no antes.
La rotación de la sala, afortunadamente, no es problema con los tiempos para el Gobierno. La máxima preocupación de Pedro Sánchez era que Bacigalupo no estuviera como consejero de la CNMC después de las elecciones porque no tiene ninguna intención de renovar a su pareja. El problema añadido es que Moncloa sopesa la posibilidad de echar a Ribera antes de que lleguen los comicios tan esperados por muchos. La crisis de Gobierno que planea sobre muchos miembros del Consejo de Ministros también tiene marcada a Ribera. Y echarla antes de tiempo en un contexto tan complicado a nivel energético podría traer nuevos problemas para el Gobierno. Mariano Bacigalupo es visto en el Ejecutivo como alguien que tiene pocos problemas en excederse en sus funciones. Y si tiene que hacerlo para perjudicar al Gobierno, lo hará, según fuentes del Ejecutivo.
TERESA RIBERA SE SUMA AL CLUB DE DEFENESTRADOS
Juan Espadas será el impulsor de la segunda crisis de Gobierno de esta legislatura. Su previsiblemente pésimo resultado electoral en Andalucía se llevará por delante a ministros como Fernando Grande-Marlaska, Margarita Robles o Pilar Llop y pondrá en la cuerda floja a otros como José Luis Escrivá. Con algunos hay menos dudas, como es el caso del ministro del Interior, a quien Pedro Sánchez lleva años buscando una salida. Pero con otros, como es el caso del titular de Seguridad Social, están en una situación marcada por las dudas. En cualquier caso, julio será el escenario de una crisis de Gobierno, previsiblemente y siempre que Espadas cumpla con los sondeos y hunda el PSOE en Andalucía, y habrá un mínimo de tres ministros que abandonarán la casa. Fernando Grande-Marlaska el primero, Margarita Robles, ministra de Defensa, la segunda por la polémica del CNI y Pilar Llop la tercera por su “dejación de funciones”.
La crisis de Gobierno de este verano será más sangrienta que la de 2021. Con ella, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiere demostrar a los españoles que reacciona. Lo hará descabezando a los ministros más incómodos de su legislatura y empezará por quitarse de encima ese gran problema que siempre ha sido Fernando Grande-Marlaska. No es nuevo que desde Moncloa quieran reubicar al magistrado. Ya en 2019 intentaron sacarle de Interior para colocarle en el Ministerio de Justicia, pero la falta de un sustituto claro hizo que el presidente del Gobierno decidiera dejarle en su ministerio. Y así ha aguantado hasta ahora. Para algunas fuente del PSOE, Fernando Grande-Marlaska ha sido una “gran decepción” dado que muchos tenían grandes expectativas con su llegada tras la moción de censura. Y eso le ha valido que ahora fuentes de Presidencia de Gobierno aseguren con rotundidad que será el primero en abandonar la casa. Solo falta que Espadas cumpla su cometido.