Vox aprende de sus errores. O al menos lo hace de los de Rocío Monasterio, la candidata del partido en la Comunidad de Madrid. Dar una carta blanca al PP no es algo que entre en los planes de Vox y ahora la formación de extrema derecha exigirá asientos en cada gobierno que se plantee con el Partido Popular. En Castilla y León ya se ve que García-Gallardo no quiere cometer los errores de Monasterio (que dio el gobierno de Madrid a Isabel Díaz Ayuso con pocas exigencias). Ahora es el propio Santiago Abascal quien empieza a tener cara de vicepresidente al ver que el PP dependerá de Vox haga lo que haga. Y lo mismo pasará en Andalucía.
Hablamos de varias vicepresidencias. No hay que olvidar que antes de las generales se celebrarán las autonómicas y las generales siempre que Pedro Sánchez no decida adelantar los comicios que le competen. En cualquier caso, al igual que Abascal deslizó tras conocer el resultado de las elecciones en Castilla y León que a su candidato se le estaba poniendo cara de vicepresidente, parece que Vox se ha llenado de potenciales vicepresidentes. En todo territorio en el que el PP tenga opción de gobernar gracias a los de Abascal, habrá un vicepresidente o vicepresidenta de Vox. García-Gallardo y Macarena Olona serán los primeros, pero la culminación la hará Abascal al convertirse en el Pablo Iglesias de Casado.
Quien ha marcado el camino ha sido Rocío Monasterio. Su seguidismo a Ayuso ha irritado a más de uno en Vox dado que el único territorio donde Vox está en retroceso es el suyo. El votante medio de la derecha de Madrid se siente más atraído por Ayuso que por Monasterio. Y desde Vox creen que se debe al simple hecho de que no han diferenciado su perfil del de la presidenta autonómica. Ahora los errores de Monasterio han creado escuela y Vox no se plantea afrontar una investidura si una dura exigencia: tocar moqueta a toda costa. García-Gallardo será vicepresidente si Mañueco quiere seguir al frente de Castilla y León. Y Olona condicionará del mismo modo al presidente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla si éste necesita los votos de Vox para seguir en San Telmo.
Este cambio de criterio (dado que en un principio la estrategia electoral de Vox era diferente) responde a que han visto cómo su presencia en la Comunidad de Madrid se ha visto reducida a la mínima expresión. Los intentos de la semana pasada de Rocío Monasterio de abroncar a Ayuso por la presencia de bandas latinas en Madrid son un «pobre» intento, a ojos de fuentes de Sol, de diferenciar su gestión de la de una Ayuso que se ha comido a prácticamente todo el electorado de Rocío Monasterio. Ahora pocos creen que dar una carta en blanco al PP pueda servir de algo. Hay que mojarse. Y García-Gallardo será el primero de muchos en exigir una vicepresidencia, pues esto también afectará a otras comunidades autónomas.
Por supuesto, al PP no le gusta este cambio de estrategia. En un principio, cuando Vox daba carta blanca a los populares para gobernar en solitario como se hizo en la Comunidad de Madrid, tal y como detallan fuentes de Vox, se hacía para evitar el desgaste que supone gobernar. El problema es que están viendo que Ayuso crece por su gestión mientras Monasterio se convierte en una caricatura de sí misma. Ahora la idea que se ha cocido en la sede del partido de extrema derecha es pasar al ataque y no permitir al PP chupar cámara desde la presidencia de una comunidad autónoma.
UN PERFIL FUERTE
La segunda parte de esta estrategia de Vox pasa por diferenciar los perfiles políticos de los suyos amparados en ese mantra de la «derechita cobarde». Desde el partido de Abascal, por supuesto, se consideran la «derechita valiente» y creen que sus candidatos tendrán fácil diferenciarse de los del PP. En Vox han hecho la lectura de que Casado mantendrá un perfil moderado para acoger al electorado de Ciudadanos. Esto ha dejado abierto un espacio a la derecha del Partido Popular que motiva a más de uno. Por poner un ejemplo, desde Vox deslizan que si Macarena Olona consigue ser vicepresidenta de Andalucía tendrá muy fácil diferenciarse de Moreno Bonilla. Una diferencia que afianzará el electorado de la derecha andaluza. Esta misma estrategia la quieren reflejar en todos los puntos con candidatos o candidatas notablemente más «fuertes» que los que plantee el PP.
El mejor ejemplo de esta realidad es el que representan Santiago Abascal y Pablo Casado. La línea electoral de Vox será sencilla en las generales. Desde el partido de extrema derecha ven esa moderación como una debilidad que pueden explotar a su favor. Especialmente para robarles al electorado más descontento con la gestión de Sanchez. A medida que se acerquen las elecciones, desde Vox endurecerán su discurso para atacar al Gobierno e intentarán que Casado entre en su terreno. Si lo hace, fuentes de Vox lo tienen claro: «los votantes siempre votarán a la marca original, no a la copia».