El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha valorado el «éxito» de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Madrid 2011, de la que se han cumplido 10 años, y a la que él acudió como «peregrino». Así lo indica en el prólogo del libro ‘Huellas de una tormenta. Testimonios 10 años después de la JMJ de Madrid’ (Ediciones Palabra), del periodista Pedro José Rodríguez-Rabadán.
«Ahora, desde el puesto que tengo el honor de ocupar, valoro mucho más el éxito de un evento de tal magnitud cimentado en el servicio de tantos profesionales», asegura Martínez-Almeida, al tiempo que trata de imaginarse «con algo de vértigo» el «reto» que supuso para su predecesor, Alberto Ruiz-Gallardón.
El alcalde recuerda con «especial cariño» aquellos días de agosto de 2011 en los que, según destaca, «Madrid se convirtió en la capital del catolicismo».
Entre las actividades que tuvieron lugar durante la semana, Martínez-Almeida pone de relieve la ‘Fiesta del Perdón’, es decir, los 200 confesionarios que se instalaron en el Parque del Retiro; el Vía Crucis, con imágenes de la Semana Santa de distintos puntos de España y, sobre todo, la Vigilia en el Aeródromo de Cuatro Vientos.
Según cuenta, tras una larga caminata, lograron acceder a la parte trasera del recinto rodeando todo el perímetro y dice que le sobrecogió la llegada del Santísimo Sacramento. «El silencio atronador que llenó el recinto invitaba a una oración confiada. Con una sociedad –ya en aquel entonces– bañada en un ruido incesante, resultaba reconfortante dejarse envolver por aquel silencio y elevar las peticiones a Dios», subraya.
El libro también cuenta con un prólogo del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, quien asegura que la JMJ de Madrid 2011 constituye «un momento lleno de maravillosos recuerdos».
Para el arzobispo, estas jornadas no solo son unas ocasiones de «encuentro y de participación», sino «un trabajo de discernimiento y de formación permanente y fructífero, un verdadero ‘hacer lío’ en todo el mundo, para que este sea de verdad una casa común que acoja la fraternidad universal».
Osoro asegura que iniciativas como las JMJ permiten que «generaciones enteras de jóvenes» se acerquen a la Iglesia «a pesar de todas las contraindicaciones con las que la sociedad les aleja de ella». En este sentido, invita a hacer «memoria» y a «no cejar en el empeño de llevar el Evangelio de Cristo a los jóvenes de hoy».
El libro recoge asimismo el testimonio del cardenal Antonio María Rouco Varela, que era el arzobispo de Madrid en 2011, y que recuerda aquel acontecimiento como «una gran y hermosa Fiesta de la fe».
Rouco Varela reconoce que las JMJ son «una fórmula e instrumento de evangelización sumamente apta para responder con frutos de conversión a las exigencias de la hora histórica por la que atraviesa la humanidad».
«En la JMJ de Madrid se pudo comprobar qué significa evangelizar ‘con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones’ (San Juan Pablo II) y nada menos que en un campo sociológico de la sociedad contemporánea tan gravemente golpeado por la crisis como es el de la juventud. Una crisis generalizada y profunda que no se circunscribe al campo de la economía y de la política, sino que llega a los mismos fundamentos éticos, religiosos y espirituales», señala el arzobispo emérito de Madrid.