La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, parece haber olvidado su pasado y tampoco le gusta que se lo recuerden. El pasado sábado, en la Festa Major de Gràcia recibía una tremenda pitada, que después en redes sociales calificó como ‘actitud sectaria’. Unas palabras que los usuarios de las redes sociales le han recriminado, aprovechando para recordarle los numerosos escraches en los que participó y cómo los defendía asegurando que no se trataba de actos violentos.
En dicho evento, los abucheos fueron tan sonoros que la alcaldesa intentó incluso negociar con los allí presentes para que le dejasen tomar la palabra: «No temáis, que seré breve”, aseguró, apaciguadora. Pero el tumulto rechazó en todo momento su participación hasta que tuvo de desistir, visiblemente afectada, y entonces Cuixart volvió a tomar la palabra para interceder por Colau, tratando de calmar los ánimos. ‘“Formamos parte de un mismo pueblo, no nos dejemos dividir”, expresó ante los micrófonos. Dos días después, digerido el disgusto inicial, Ada Colau se ha expresado con dureza en su cuenta de Instagram tildando esas actitudes de ‘sectarias’: No dejemos que ninguna actitud sectaria estropee esta convivencia. Yo no lo haré. No dejaré que ninguna pitada modifique mis sentimientos y afectos hacia personas que piensan diferente de mí», ha dicho.
Esto no ha sentado bien a los usuarios, que rápidamente han querido destacar que hubo un tiempo en que la propia alcaldesa se llegó a convertir casi en una escracheadora profesional, paseándose pro todo tipo de actos políticos para reventarlos. Incluso creó su propio personaje, la heroína Súper Vivienda, con su uniforme oficial, antifaz y capa. De esta guisa, Colau llegó a ser el azote de los especuladores inmobiliarios.
ESCRACHES ‘POR EL BIEN DE LA SOCIEDAD’
Hace algo menos de diez años cuando la alcaldesa de Barcelona ostentaba el cargo de portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que se fundó en 2009. Por aquel entonces alzaba la voz en donde fuese para clamar por los desahuciados, afectados por la crisis que se desató en 2008, y nunca le tembló la voz, ni el megáfono, a la hora de gritar y destrozar actos políticos. Un año después, la activista de Podemos desarrollaba la campaña #StopDesahucios, con la que reivindicaba los escraches como un acto de desobediencia civil que justificaba como “una obligación moral“, por ser una forma de “ atacar las leyes con las que la ciudadanía no está de acuerdo».
Pero además de los escraches a pie de calle, cuyo sabor ella misma ha probado ya varias veces, la política barcelonesa llegó a presentarse en una oficina del BBVA acompañada de otros 300 activistas con la intención de presionar a los trabajadores. Tras este acto, al ser preguntada por ello explicó que lo había hecho «por el bien de la sociedad y de los derechos humanos”. En una entrevista concedida a La Sexta Noche, la que fuera portavoz de la PAH, afirmaba que los escraches estaban justificados si se hacían en nombre de la ‘justicia social’. Incluso animaba a los telespectadores a llevarlos a caso para hacerse escuchar. «Cuando no existe justicia formal, la sociedad tiene que buscar otra manera de hacer justicia”, aseguraba tajante. Y añadía, que ellos pretendían “ interpelar de forma individual a esos políticos para que sepan que estamos ahí”.
Ahora Colau es el objetivo de los escraches de la población, aunque no es la primera vez aunque prueba su propia medicina. Tras ser elegida por segunda vez como edil de su ciudad, la alcaldesa tuvo que soportar un clamor de insultos por parte de los independentistas que le llamaron “traidora”, “puta”, “zorra” y otros calificativos denigrantes similares. “Fue durísimo”, decía tiempo después en una entrevista, y sentenciaba entre lágrimas “seguramente este será mi último mandato”.