‘La Resistencia’: todo lo que desconoces de la vida privada de Carolina Marín

Hoy acude a ‘La Resistencia’ una de nuestras mejores deportistas y más influyentes: Carolina Marín. Sin duda será, como siempre ocurre en el programa de David Broncano, una charla divertida y ecléctica, pero seguro que se tocará el triste tema de los Juegos Olímpicos de Tokio, donde Carolina no podrá asistir por lesión. Vamos conocer detalles sobre ello y muchas más cosas de la campeonísima de bádminton.

Y es que el pasado viernes Fernando Rivas, entrenador de Carolina, se encontró con Carolina llorando en el suelo y agarrándose la rodilla. Se rompió el ligamento cruzado, año y medio después de operarse la rodilla derecha. Hace dos días entró a quirófano con éxito pero se perderá unos olímpicos donde contábamos con ella como casi segura medalla.

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Carolina Marín fuera de las pistas

Alejandro Carrasco, el mayor fan de la campeona Carolina Marín

No sólo del bádminton vive. Carolina Marín es muy obsesa con su preparación y una ganadora nata que no deja nada al azar, pero que también sabe desconectar y cultivar sus aficiones. Por ejemplo, como no podía ser de otra manera por su lugar de origen, es rociera. De hecho siempre recibe el apoyo de la Hermandad del Matriz de Almonte. Cada medalla que consigue se la ofrece la Virgen del Rocío y cuando regresa a casa las pasa por el manto de la Virgen del Rocío para que le ayude. Incluso compite con una cadena con la medalla de la Virgen del Rocío.

Aparte de ello, fuera de las pistas es una persona «muy abierta, simpática, alegre, le encanta reírse y pasarlo bien con sus amigos». «Además, trato de disfrutar al máximo de mi familia, ya que debido a la distancia no puedo estar con ellos todo lo que me gustaría», comentó en una entrevista. Su plan ideal es móvil apagado y tirarse a descansar en una playa de su tierra con unas gambitas. Le encanta la música, sobre todo Manuel Carrasco.

En cuanto a su vida amorosa, en Madrid, donde entrena, conoció el amor y vive con su pareja, Alejandro Carrasco. Comparte con él ese amor y dos perros llamados Thori y Suki, en un piso del centro de Madrid. Él fue quien le apoyó en los momentos más duros, como la muerte de su abuelo.