El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya está trabajando en los cambios de Gobierno. Por lo pronto, y tal y como adelantó MONCLOA.com, destituir a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, se ha convertido en una prioridad para el Ejecutivo. Su activismo y su tremendamente chapucera forma de llevar la cartera han sido motivos más que suficientes como para que Sánchez haya visto necesario poner al frente de Exteriores a alguien que no levante un incendio por donde pise. La apuesta personal del presidente es quien fue uno de sus estrechos asesores y quien ahora trabaja como embajador de España en Francia. José Manuel Albares, el que fue secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global hasta febrero de 2020, quiere vivir en Francia porque su mujer es magistrada en el país galo, sin embargo, estaría dispuesto, tal y como ha podido comprobar este medio, a viajar a España por dos años para levantar la chapuza formada por Laya.
El gabinete de Sánchez trabaja duro para tener un nuevo equipo para finales de verano. Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, o Fernando Grande Marlaska, de Interior, están en la cuerda floja, pero lo de Laya ya es otro nivel de hartazgo. En solo año y medio ha sido capaz de convertir a la Agencia Española para la Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID) en un instrumento que financie a los colectivos LGTBI en terceros países y otras lindezas mientras que ha conseguido (junto a la inestimable ayuda del jefe de gabinete de Presidencia de Gobierno, Iván Redondo) ridículos internacionales como el vergonzoso paseo de Sánchez con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Esto sin tener en cuenta que España está inmersa en la mayor crisis diplomática con Marruecos desde hacía años gracias a que la ministra quiso acoger a un líder militar del Frente Polisario. Vamos, de matrícula.
Por méritos no será. Laya tiene los días contados en Exteriores no solo porque se lo ha ganado a pulso con una gestión nefasta, sino porque Sánchez necesita más que nunca reforzar este ministerio de cara a los dos años que restan de legislatura. Es fundamental conseguir éxitos diplomáticos en muchos frentes. Y solo Albares tiene el currículum adecuado para conseguirlos.
Para Marruecos, la crisis con España es mucho más grave que lo que se percibe aquí
El primero y el más importante de esos frentes es el que viene impuesto con Marruecos. Es fundamental para España recuperar la relación con el país africano lo antes posible y restaurar todos los acuerdos comerciales y de cooperación. Para Marruecos y los medios de comunicación del país vecino, la crisis con España es mucho más grave que lo que se percibe aquí. Mientras que Laya sigue ahondando en las diferencias y generando discordia con sus comentarios fuertemente ideologizados en referencia al Sáhara Occidental o a las relaciones con Marruecos, el Gobierno del país vecino tensa cada vez más la cuerda hasta el punto de que han excluido a España de varias reuniones clave. El control de la inmigración y muchos acuerdos comerciales están en juego y Laya solo es un obstáculo más.
Esto en cuanto a Marruecos, pero a la crisis con el país africano hay que añadirle una espina que Sánchez tiene clavada y que se quiere quitar antes de que acabe la legislatura: la humillación del paseíllo con Biden. El trabajo de Exteriores y de Redondo fue tan chapucero que el ridículo durante la reunión de la OTAN se ha sentido hasta en la prensa marroquí. «Biden ignora a Sánchez», titulaba uno de los medios de comunicación más importantes de Marruecos. Si hay algo que prioriza el presidente del Gobierno de España es precisamente su agenda internacional, tal y como aseguran fuentes cercanas a Moncloa. Y el ridículo con Biden le ha dejado como un «pardillo» y «socio segundón» de la primera potencia, algo que ha herido el ego del líder del PSOE más de lo que cuenta y que quiere solucionar con una reunión bilateral en la Casa Blanca. Desde luego, cualquiera tiene mejor perspectiva para conseguir el encuentro antes que Laya.
En este contexto, Albares también tendría otra labor fundamental en la que meter mano: la relación y el peso de España en la UE de cara a las próximas decisiones que vienen. La crisis catalana puede ser un problema interno, pero los independentistas han conseguido internacionalizar el conflicto (al menos a nivel Europeo). Vienen sentencias que pueden menoscabar la imagen del Código Penal español y sobretodo dar alas a los separatistas. Es fundamental para el PSOE en este contexto tener a alguien en Exteriores que se sepa mover bien entre los socios europeos y sepa ponerles de su parte en este contexto para evitar que el dar los indultos se vuelva en contra del presidente del Gobierno.
Por el momento, los independentistas ya han tensado la cuerda en un momento en el que Sánchez ha apostado por ellos. Sin embargo, si Europa da un par de espaldarazos a los nacionalistas en forma de anulación de sentencias, todo se podría venir abajo. De momento, el Gobierno se mueve en una cuerda floja electoral por haber dado los indultos en un contexto en el que todos desde la oposición le advierten de que es un grave error porque los separatistas catalanes no van a parar. Si Europa les da alas, esa advertencia podría convertirse en una realidad. Y es ahí donde entra la labor de Albares con la UE (donde ya tiene una dilatada experiencia) para neutralizar las posibles amenazas futuras.
Son muchos retos para solventar en dos años. Retos a los que hay que añadir el requisito fundamental y más importante para el presidente del Gobierno: que goce de la total confianza de Sánchez. Todo esto hace que el embajador en Francia, colocado ahí por el Gobierno, sea la persona ideal para convertirse en el nuevo ministro de Exteriores por los próximos dos años.