Las croquetas son uno de los bocados más apreciados de nuestra gastronomía, y despiertan pasiones en todos aquellos que las prueban. Forman parte de nuestras tapas favoritas, y no hay nadie que se pueda resistir a ellas. El origen de este plato es humilde, ya que es la típica preparación pensada para aprovechar sobras, pero el resultado suele ser tan espectacular, que han conseguido compartir carta con los platos más sofisticados de la alta cocina. Si hay que ponerle un, pero a estas delicias de textura crujiente por fuera y cremosa por dentro, es que son bastante calóricas, con el añadido de que están tan ricas que no te puedes comer solo una.
3PREPARAR UNA BECHAMEL MÁS LIGERA
La bechamel es imprescindible para hacer unas croquetas, pero podemos aligerarla un poco y recurrir su índice calórico. Por ejemplo, podemos sustituir la mantequilla o margarina, por aceite de oliva virgen extra, y emplear leche desnatada o bebida de soja sin edulcorar. También es posible no utilizar en absoluto ni aceite, ni mantequilla, ni harina. Solamente hay que disolver 90 gramos de maicena en 800 ml de leche, y dejar que cueza hasta que tenga la textura deseada. Al final se condimenta con nuez moscada, pimienta y sal.