Pronto se cumplirá un año desde que la pandemia de Covid-19 irrumpió de pleno en nuestras vidas y nos obligó a cambiar nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Doce meses después (y aún quedan muchos más por delante), todavía debemos salir a la calle llevando mascarillas, un elemento de seguridad que hasta entonces, al menos en esta parte del mundo, la mayoría no habíamos utilizado nunca. Aunque a estas alturas ya deberíamos estar más que familiarizados con sus características, sus posibilidades de uso y su efectividad en diferentes supuestos, lo cierto es que sigue habiendo dudas al respecto, por lo que nunca está de más recordar de vez en cuando las normas para utilizarla adecuadamente.
2EL RIESGO DE CONTAGIO AUMENTA
La capacidad de filtración de las mascarillas FFP2 es de un 95%, siempre y cuando esté bien ajustada a la cara y la nariz. Recientemente, un experto en aerosoles de la Universidad de Colorado, destacaba que el peligro de contagiarse en un supermercado se encuentra en el aire, y no en las bolsas y los paquetes que tocamos. Es decir, llevar mal la mascarilla puede hacer que escape hasta un 50% de aire sin filtrar, con lo que la exposición aumenta en ambos sentidos. Sin embargo, aunque tengamos una mascarilla perfectamente ajustada, si hemos caminado a la lluvia y se ha mojado, su efectividad se reducirá considerablemente.