El Partido Popular tiene un nuevo objetivo: convertirse en el único partido de centro-derecha. Desde la directiva han tomado la decisión de quedarse donde están en el espectro ideológico y dejar al electorado de Vox a un lado. El presidente del PP, Pablo Casado, sabe que la formación de Santiago Abascal se ha hecho fuerte y está en la cresta de la ola, por lo que la mejor opción es absorber a Ciudadanos en la medida de lo posible. Según fuentes del partido, los primeros pasos se darán en las comunidades autónomas, dado que los sondeos auguran un batacazo en todos y cada uno de los territorios. «En Madrid, de facto, PP y Ciudadanos estamos fusionados«, ha comentado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Este es solo el primer paso.
Galicia, Cataluña, Andalucía, Madrid… da igual qué comunidad autónoma se mire. En todas, Ciudadanos se hunde. También a nivel nacional, pero eso lo dejan para más adelante. En este contexto, el PP considera que es un buen momento convertir la formación en el único partido de centro-derecha de todo el espectro político. La estrategia a seguir es sencilla: presionar con las encuestas sobre la mesa a medida que se acerquen los comicios autonómicos a los candidatos naranjas para que vean con buenos ojos integrarse en una única formación que pueda hacer frente al fenómeno Vox al que se han sumado cada vez más antiguos votantes populares.
Las catalanas han puesto en relieve la situación que atraviesa el partido de Inés Arrimadas. Era el feudo de Ciudadanos y Vox se ha comido la tostada del partido relegándolo a una posición ridícula. Esto ha reavivado en el PP un debate que llevaba meses sobre la mesa: cómo absorber Ciudadanos y quitarse competencia en el centro-derecha. Lo que sí es cierto es que, a día de hoy, hay muchos dirigentes del partido naranja que están dispuestos a dar el salto a la formación conservadora con tal de permanecer en el sector público.
Ayuso ha abierto el melón. Para la presidenta de la Comunidad de Madrid es un «asunto para tratar a nivel nacional», pues da por hecho que en el territorio de la capital ya están «fusionados». De hecho, según Ayuso, Ciudadanos y el PP son hermanos de la misma sangre política separados por cuestiones ideológicas mínimas. «Gobernamos juntos por lo más importante, los intereses de los madrileños», ha comentado la presidenta autonómica.
Estas palabras de Ayuso se enmarcan en una decisión que ha tomado el partido a nivel interno que busca cómo rivalizar con Vox y evitar un temido sorpasso a nivel nacional, algo de lo que se habla en todos los niveles políticos de la derecha tras conocerse el resultado de las elecciones catalanas. Fuentes internas apuntan a que conseguir una confluencia con Ciudadanos (o incluso que la marca desaparezca) sería un éxito que aseguraría que Vox se queda muy lejos de los escaños del PP, pero para eso hay que conseguir que los candidatos naranjas pasen por el aro, y de momento no todos están por la labor.
El problema planteado en el PP a nivel interno es que las coaliciones de gobierno no son suficientemente potentes ya que se dejan por el camino una buena cantidad de escaños. El concepto es recuperar ese «España Suma» pero a nivel nacional, aunque los populares de momento no vean con buenos ojos renunciar a sus siglas en algunas comunidades autónomas. Aún así, ahora la prioridad no es acabar con Ciudadanos, sino evitar un sorpasso de Vox que convierta a la formación de Abascal en el partido de referencia no solo de la derecha sino de la oposición.
Las palabras de Ayuso, sin embargo, no las comparten todos en la formación de Casado. Hay quien considera que la razón por la que el PP se ha hundido en intención de voto es porque la directiva no funciona y claman no por fusionarse con los de Arrimadas, sino por encontrar la manera de convertir al partido en lo que era antes de que Vox se comiera la tostada de los populares. Vamos, en resumen, que quieren un cambio radical en la directiva porque consideran que el sorpasso de Vox no es síntoma de que el electorado de centro-derecha se haya dividido de forma permanente, sino que la razón por la que sus históricos votantes no depositan la confianza en el PP es porque no confían en la directiva.
Esto ha generado una crisis interna sin precedentes que pide la cabeza de Casado y, en especial, del secretario general del PP, Teodoro García Egea, pero para capear el temporal el presidente del partido ha optado por convertir a su partido en el único referente de centro-derecha, algo que le obliga directamente a absorber a Ciudadanos.
Ciudadanos ya no tiene ningún feudo y tendrá que tomar una decisión importante. El reinado de la formación ha sido corto y ahora se ha convertido en un efecto político con una representación residual en el parlamento nacional y los autonómicos. Desde el partido niegan la mayor y aseguran que no se disolverán ni se plantean confluir con el PP por norma en todas las comunidades autónomas, pero hay quien dentro de la formación naranja, a título particular, no niegan que si pudieran darían el salto al PP.
LA CRISIS
Las encuestas se equivocaron con Ciudadanos. La debacle ha sido peor de lo esperado y se deja 30 escaños en el Parlament y un ‘sorpasso’ de Vox. Tras el cierre de los colegios electorales, los sondeos apuntaban a una caída a los diez u once escaños, pero se ha quedado con apenas seis.
Es una de las mayores caídas de una formación en Cataluña desde las primeras elecciones, más cuando venía de ganar las autonómicas de 2017. En este 14-F, Ciudadanos se ha quedado con la séptima plaza y tan sólo el 5,5% de los votos totales.
La formación pretende ahora buscar culpables en un comité ejecutivo convocado de urgencia. Todo apunta a Carlos Cuadrado, jefe de campaña, que ha tenido sonados patinazos en las últimas dos semanas, el más grave utilizar una imagen prohibida para fines políticos al inicio de la contienda electoral.