El primer año de Juan Carlos I como Rey y su gestión del arranque de la transición en España dejó gratamente sorprendido al entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, quien no obstante le advirtió de la necesidad de un gobierno central fuerte para evitar caer en la anarquía y de la importancia de su neutralidad política.
Este fue el mensaje que hizo llegar al joven monarca a través de su amigo personal y emisario Manuel Prado y Colón de Carvajal, con quien Kissinger se reunió en Ciudad de México el 2 de diciembre de 1976, según el memorando de dicho encuentro que ha hecho público ahora el Departamento de Estado.
«Estoy realmente impresionado con él y no lo estaba al principio», admite Kissinger a su interlocutor, subrayando que «lo ha gestionado muy, muy bien». «Creo que probablemente tuvo suerte de no implicarse mucho en las cosas al principio», añade.
«Ha hecho un trabajo excelente», insiste el secretario de Estado, resaltado que el Rey ha sabido «manipular las fuentes de poder dentro de España muy bien». Su actuación «muy creíble en una circunstancia muy difícil» ha hecho que «España sea hoy más fuerte», valora Kissinger.
RIESGO DE ANARQUÍA
No obstante, confía en que el nuevo monarca tenga en mente «la lección de la Historia». «España sin una autoridad central muy desarrollada se convertiría en anárquica», previene al emisario del Rey, subrayando que «España siempre ha sido fuerte solo cuando el rey era fuerte».
«La monarquía española nunca sobrevivió cuando fue débil. España solo ha sido fuerte cuando la monarquía española era fuerte», insiste en otro momento de la conversación Kissinger, que sostiene que no se trata de «un insulto» ni tampoco de ser «condescendiente».
Por su parte, Prado, como ya ocurriera con los dos encuentros que mantuvo con Kissinger en Washington a comienzos de noviembre de 1975 antes de la muerte de Franco, traslada al secretario de Estado los planes que tiene en mente Don Juan Carlos.
«Quiere que sepa que todo está bajo control y que los programas y reformas de los que discutieron cuando se reunieron están en marcha», le señala Prado, en referencia al encuentro mantenido durante el viaje de Juan Carlos I a Washington en junio de 1976, en el que se reunió con el presidente, Gerald Ford.
La prioridad en ese momento era el referéndum previsto para el 15 de diciembre sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, la cual daría el pistoletazo de salida a la Transición propiamente dicha y que se saldó con el apoyo del 97,36 por ciento de los españoles. Una vez aprobada la ley, explica Prado, «el Gobierno será más fuerte.
«Todavía tenemos cierta oposición, pero no están muy bien organizados», subraya, informando a Kissinger de que se había autorizado la celebración del congreso del PSOE el 15 de diciembre –sería el primero en suelo español–.
LA LEGALIZACIÓN DEL PCE Y PAPEL DE CARRILLO
En cuanto a los comunistas, el emisario traslada a Kissinger de parte del Rey que «nunca dará permiso para que los comunistas se unan abiertamente al proceso político». En este sentido, subraya que el principal problema es el Ejército, ya que se teme que pueda rebelarse si se legaliza al PCE.
Prado menciona expresamente al líder del PCE, Santiago Carrillo, quien comenta que había visitado una semana antes Madrid, «de forma ilegal como siempre», y que en su opinión está queriendo «ir demasiado rápido».
«No queremos declarar aún oficial al Partido Comunista», insiste Prado, subrayando que se quiere evitar «crear problemas» porque la prioridad es el referéndum y después las elecciones que se celebrarán «en abril o mayo». No obstante, y pese a estas afirmaciones, el PCE fue legalizado en abril de 1977.
Por su parte, respecto a esta cuestión, Kissinger sostiene inicialmente que «el Gobierno estadounidense no puede aconsejar al Rey de España cómo debería gestionar los asuntos internos del país», subrayando la importancia eso sí de «sopesar los pros y los contras para ver dónde está el equilibrio».
La situación legal del PCE, señala más adelante, «es una decisión española». Sin embargo, Kissinger expresa claramente su rechazo a la legalización, considerando que no es necesaria. «Si yo fuera el Rey, no lo haría. Uno muestra su fortaleza no haciéndolo. Tendréis un espectro de oposición y una opinión política completamente normal sin él. Puede que la izquierda chille, pero chillará de todas maneras», recalca.
LA DERECHA TAMBIÉN ES UN PROBLEMA
Por otra parte, Prado reconoce que la derecha, y más en concreto la Alianza Popular liderada por Manuel Fraga, «es otro problema». Sobre el que fuera ministro franquista, Prado considera que «es un oportunista».
Así las cosas, expone que lo que quiere el Rey es que se forme una «oposición de centro». «Para tener estabilidad tenemos que construir algún tipo de núcleo que no sea visto como completamente patrocinado por el Gobierno», añade Prado.
«El Rey tiene en mente algo como el 30 por ciento para Fraga, el 30 por ciento para los demás partidos, más el 40 por ciento dividido entre los partidos de los que el Gobierno puede obtener una mayoría», precisa el amigo del monarca.
Estas previsiones de Don Juan Carlos no resultaron para nada acertadas. Así, en las elecciones, que finalmente tuvieron lugar el 15 de junio de 1977, Alianza Popular recabó el 8,31 por ciento de los votos mientras que el PCE se alzó con el 9,33 por ciento. El PSOE fue la segunda fuerza más votada, con el 29,32 por ciento.
Las elecciones las ganó la UCD de Adolfo Suárez, a quien Don Juan Carlos había nombrado como presidente del Gobierno el 5 de julio de 1976. Kissinger se interesa particularmente por saber si Suárez será relevado una vez se celebren los comicios. «No, no queremos perder su contribución al Gobierno», le responde Prado.
Suárez «ha sido leal e inteligente. No está realmente muy bien informado sobre la economía pero cuenta con asesores económicos y financieros relativamente buenos», añade el emisario de Don Juan Carlos, abriendo la puerta a «algunos cambios» en un plazo de un año o año y medio después de las elecciones.
EL REY QUIERE PASAR A SEGUNDO PLANO
En cuanto a la posición en que quedará el Rey, Prado traslada a Kissinger que cree que a Don Juan Carlos le gustaría «apartarse de dirigir de forma activa los asuntos políticos» en dos o tres años si se consigue instaurar un Gobierno estable.
«Una vez que la maquinaria se ponga a funcionar, probablemente sea mejor no ser visto dirigiendo las cosas en el día a día», añade su amigo íntimo, algo con lo que parece coincidir el secretario de Estado. «Sería inteligente por su parte no implicarse en la política de partidos. Debe mantener una postura de neutralidad suficiente para que la izquierda no pueda atacarle», defiende el estadounidense.
Por último, Prado aprovecha el encuentro para pedir a Kissinger que traslade a la nueva Administración de Jimmy Carter, que tomaría el relevo a Ford en enero de 1977, el deseo del Rey de seguir manteniendo un «canal especial de comunicación» como el que había con el secretario de Estado.