Un estudio de la Universidad de Córdoba (UCO) ha analizado los niveles de aceptación, popularidad y amistad en las distintas etapas de victimización en el ámbito del ‘bullying’ escolar, revelando que el aislamiento social agrava la situación de las víctimas de dicho acoso.
Según ha indicado la institución universitaria, en el acoso escolar hay personas que son víctimas ‘crónicas’, pues los actos de agresión no están limitados a un momento o una época, sino que forma parte de un proceso sostenido a lo largo de un gran periodo de tiempo y tienen consecuencias mucho más graves: presentan mayores niveles de estrés y problemas de personalidad que no aparecen en escolares ajenos al acoso escolar o que lo han sufrido de forma menos prolongada.
Los estudios sobre ‘bullying’ suelen analizar las variables que influyen en la victimización de ciertas personas pero suele ignorar la variable del tiempo, importante para entender los procesos por los que una persona es constantemente víctima de intimidaciones y agresiones. Un equipo de investigación de la UCO ha querido estudiar cómo varían los niveles de popularidad, de aceptación y de amistad a lo largo del tiempo en función de si son víctimas esporádicas, variables o crónicas.
Según ha explicado Eva Romera, investigadora del estudio junto a las investigadoras Rosario Ortega-Ruiz, Ana Bravo y Carmen Jiménez, «eran varias las preguntas que nos formulamos. ¿El ser víctima de forma prolongada conlleva un deterioro en las relaciones con los iguales? ¿Mejorar el estatus social y la amistad con los compañeros y compañeras ayuda a salir de la victimización?».
Esta investigación forma parte del proyecto del Plan Nacional de Investigación ‘Competencia socio-moral y ecología del grupo de iguales en la violencia entre escolares: un estudio longitudinal y transaccional’, del que es coordinadora Eva Romera, que tiene como objetivo analizar cómo evoluciona la dinámica entre factores sociales, motivacionales y morales en el grupo de iguales en su relación con el ‘bullying’ y ‘cyberbullying’.
El estudio se hace especialmente relevante en la preadolescencia y adolescencia, etapa en la que las relaciones de amistad, aceptación y visibilidad dentro del grupo adquiere un mayor protagonismo y en la que se registra mayor vulnerabilidad al acoso escolar. Se realizaron encuestas en tres momentos distintos: el primero en octubre de 2017, el segundo en mayo de 2018 y el tercero en octubre de 2018.
En total, participaron 1.346 estudiantes que en la primera recogida de datos estaban en 5º de Primaria, 1º y 3º de la ESO pertenecientes a 22 centros educativos de la provincia de Córdoba. De todos los estudiantes que participaron en el estudio, el 38,80 por ciento fueron reconocidos como víctimas de acoso escolar en algún momento por sus compañeros. De ellos, el 64,4 por ciento fueron categorizados como víctimas esporádicas, el 26,8 por ciento como víctimas variables y el 8,8 por ciento como víctimas crónicas.
Los resultados verificaron que, en los grupos de clase, las personas asumen roles y posiciones en la jerarquía social que tienden a permanecer fijos durante cierto tiempo, lo que dificulta que las víctimas puedan liberarse de ese patrón destructivo de dominio y sumisión y podría explicar por qué se prolonga en el tiempo generando víctimas crónicas. Estos resultados apoyan la idea de que una táctica clave a la hora de intervenir en estas situaciones podría ser tratar de romper aquellas estructuras sociales que resultan nocivas en el aula.
En cuanto a las víctimas esporádicas y variables, estas mantuvieron estables los niveles de aceptación, popularidad y amistad a lo largo del tiempo. Sin embargo, en el caso de las víctimas crónicas, estos niveles disminuyeron lo que significa que, a medida que la victimización se vuelve crónica, las personas son menos populares a ojos de los demás y pierden las relaciones de amistad con ellos.
La situación de rechazo y aislamiento a la que son sometidas se agrava y dificulta las oportunidades de la víctima para liberarse del acoso por sí mismas. Esto evidencia que el hecho de mantener amistades de calidad podría actuar como factor de protección frente al ‘bullying’.
«Los resultados de este estudio sugieren que la estabilización de la victimización de una persona en el ámbito escolar, tiene repercusiones sociales altamente negativas y se requieren medidas de prevención e intervención para paliar, no solo los efectos asociados a este proceso, sino también los condicionantes que refuerzan la práctica de someter a determinados chicos y chicas al aislamiento y al rechazo de sus compañeros», ha señalado Romera.
El objetivo de este estudio es concienciar a toda la comunidad educativa, especialmente a docentes, sobre el papel vital que deben desempeñar en la prevención de las conductas de rechazo que sufren las víctimas así como señalar su papel de guía en la gestión de las relaciones del grupo.
Los resultados enfatizan que fomentar un clima amigable de convivencia en clase, así como incentivar el desarrollo de competencias sociales, morales y emocionales, son clave para prevenir el acoso escolar. Todo ello mediante el uso de recursos que favorezcan el diálogo, la resolución de conflictos, la cooperación y la expresión libre de la propia opinión como forma positiva de gestionar las relaciones sociales.