viernes, 22 noviembre 2024

El ADN de dos pozos negros centenarios ayuda a conocer la salud intestinal en el medievo

El análisis de dos letrinas de los siglos XIV-XV en Jerusalén y Riga (Letonia) ha identificado algunos de los microbios que residían en las entrañas de estas poblaciones preindustriales, arrojando luz sobre cómo los contenidos intestinales han cambiado desde la época medieval.

Un nuevo estudio publicado en la revista ‘Philosophical Transactions of the Royal Society B’, constituye un primer intento de utilizar los métodos de detección de bacterias antiguas, pionero en estudios de epidemias pasadas, para caracterizar la diversidad microbiana del contenido intestinal antiguo de dos letrinas medievales.

Los hallazgos proporcionan información sobre los microbiomas de las poblaciones agrícolas preindustriales, lo que puede proporcionar un contexto muy necesario para interpretar la salud de los microbiomas modernos.

A lo largo de los años, los científicos han observado que quienes viven en sociedades industrializadas tienen un microbioma notablemente diferente en comparación con las comunidades de cazadores-recolectores de todo el mundo.

A partir de esto, un creciente cuerpo de evidencia ha relacionado los cambios en nuestro microbioma con muchas de las enfermedades del mundo industrializado moderno, como la enfermedad inflamatoria intestinal, las alergias y la obesidad. El estudio actual ayuda a caracterizar el cambio en los microbiomas intestinales y destaca el valor de las letrinas antiguas como fuentes de información biomolecular.

Piers Mitchell, de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, es especialista en los contenidos intestinales de personas del pasado a través del análisis de sustratos inusuales. Al observar el contenido de las letrinas arqueológicas y las heces desecadas bajo el microscopio, él y su equipo han aprendido mucho sobre los parásitos intestinales que plagaban a nuestros antepasados.

«El análisis microscópico puede mostrar los huevos de gusanos parásitos que vivían en los intestinos, pero muchos microbios en el intestino son simplemente demasiado pequeños para verlos –comenta Mitchell–. Si vamos a determinar qué constituye un microbioma saludable para la gente moderna, deberíamos comenzar a observar los microbiomas de nuestros antepasados ??que vivieron antes del uso de antibióticos, la comida rápida y otras trampas de la industrialización».

Kirsten Bos, especialista en ADN bacteriano antiguo del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y co-líder del estudio, se mostró escéptica sobre la viabilidad de investigar el contenido de las letrinas que habían estado fuera de servicio durante mucho tiempo.

«Al principio no estábamos seguros de si las firmas moleculares del contenido intestinal sobrevivirían en las letrinas durante cientos de años. Muchos de nuestros éxitos en la recuperación de bacterias antiguas hasta ahora han venido de tejidos calcificados como huesos y cálculos dentales, que ofrecen condiciones de preservación muy diferentes. Sin embargo –señala Bos–, realmente esperaba que los datos de aquí cambiaran mi perspectiva».

El equipo analizó los sedimentos de las letrinas medievales en Jerusalén y Riga, que datan del siglo XIV al XV d.C. El primer desafío fue distinguir las bacterias que alguna vez formaron el intestino antiguo de las que fueron introducidas por el medio ambiente, una consecuencia inevitable de trabajar con material arqueológico.

Los investigadores identificaron una amplia gama de bacterias, arqueas, protozoos, gusanos parásitos, hongos y otros organismos, incluidos muchos taxones que se sabe que habitan en los intestinos de los humanos modernos. «Parece que las letrinas son fuentes valiosas de información tanto microscópica como molecular», concluye Bos.

Susanna Sabin, alumna de doctorado del MPI-SHH que codirigió el estudio, comparó el ADN de la letrina con el de otras fuentes, incluidos los microbiomas de las poblaciones industriales y de alimentación, así como las aguas residuales y el suelo.

«Descubrimos que el microbioma en Jerusalén y Riga tenía algunas características comunes: mostraban similitudes con los microbiomas modernos de cazadores recolectores y los microbiomas industriales modernos, pero eran lo suficientemente diferentes como para formar su propio grupo único. No conocemos una fuente moderna que alberga el contenido microbiano que vemos aquí», admite.

El uso de letrinas, donde se mezclan las heces de muchas personas, permitió a los investigadores una visión sin precedentes de los microbiomas de comunidades enteras.

«Estas letrinas nos proporcionaron información mucho más representativa sobre la población preindustrial más amplia de estas regiones que la que tendría una muestra fecal individual –explica Mitchell–. Combinar evidencia de microscopía óptica y análisis de ADN antiguo nos permite identificar la asombrosa variedad de organismos presentes en los intestinos de nuestros antepasados ??que vivieron hace siglos».

A pesar de la promesa de este nuevo enfoque para investigar el microbioma, persisten desafíos. «Necesitaremos muchos más estudios en otros sitios arqueológicos y períodos de tiempo para comprender completamente cómo cambió el microbioma en los grupos humanos a lo largo del tiempo –señala Bos–. Sin embargo, hemos dado un paso clave al demostrar que la recuperación del ADN de los antiguos contenidos intestinales de letrinas pasadas puede funcionar».