Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no le están saliendo los planes como le hubiera gustado. El utilizar al Rey como un pelele para sus negociaciones con los independentistas pareció un plan adecuado a primera vista, pero parece que nadie ha dejado escapar estas concesiones, ni la oposición ni los propios separatistas. Ahora, el Gobierno se ha visto obligado a defender en boca del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo (alguien que no era partidario de vetar a Felipe VI de presidir la entrega de despachos a los nuevos jueces), al monarca después de que el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, haya afirmado que es el «diputado número 53 de Vox». Pero parece que es tarde.
La línea de comunicación de Pablo Casado, líder de la oposición y presidente del Partido Popular, ha sido tan floja como evidente: erigirse como el pilar que sostiene los cimientos de la monarquía parlamentaria. Vox ha seguido el plan de los populares y todos en bloque consideran que hay que defender al Rey a capa y espada de los ataques de los independentistas, que se han incrementado considerablemente después de que el PSOE haya utilizado al Rey como ficha de negociación de los Presupuestos Generales del Estado.
El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, no estaba de acuerdo con que se vetara al Rey en la entrega de despachos como fruto de las negociaciones con los separatistas para aprobar los presupuestos, pero tuvo que tragar con todo y tirar hacia delante. Incluso cuando los jueces presentes gritaron «¡viva el Rey!», Campo cometió el error de comentar ante un micro abierto que se habían pasado «tres montañas». Pero todo habían sido anécdotas hasta que Rufián ha tomado protagonismo en el Congreso y ha atacado al Rey afirmando que es un diputado de Vox.
A la Casa Real no le gusta en absoluto que estén utilizando la agenda del monarca para negociar los presupuestos con los independentistas. De hecho, el Rey llamó poco después del acto de entrega de despachos a Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo, para decirle que le «hubiera gustado» estar ahí con ellos. Algo que se entendió en clave política y que dejó entrever que Sánchez le había expulsado.
Estos gestos de concesión, que debían haber pasado desapercibidos, se han convertido este miércoles en el Congreso en el centro de las discusiones entre partidos. Por un lado, el PP y Vox se han levantado exaltados a defender al Rey mientras Rufián acusaba al monarca de ser de extrema derecha. Incluso el vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha entrado en el debate asegurando a Casado que «están haciendo mucho daño» a la Monarquía. «No nos hagan el trabajo», le ha comentado recalcando su condición republicana.
Lo que debía haber sido un guiño a ERC con vistas a aprobar unos complicados presupuestos que darán continuidad a la legislatura se ha convertido en un problema de fondo para el PSOE. Los independentistas se le han subido a las barbas a Sánchez y no saben cómo frenar esta sangría que cada día se convierte en objeto de debate.
El problema añadido es que Unidas Podemos también tiene interés en utilizar a la monarquía como elemento para hacer política y conseguir votos. La república es la tarea personal de Iglesias y pretende romper la Casa Real en lo que llevan de legislatura. Y todo esto añadido a la agresividad de los independentistas, que saben que tienen en su poder la llave de Gobierno, se ha convertido en una tormenta que Campo ya quiso evitar, pues el ministro nunca estuvo de acuerdo con utilizar al Rey como moneda de cambio con los nacionalistas catalanes.