Hoy en día, hablar de hoteles sin duda alguna se nos vienen la mente una diversidad de elementos, casi todos perfectos, con los que pasar unas merecidas vacaciones. Y es que, nadie puede poner en duda que este tipo de ámbitos, donde implica el hecho del descanso, siempre está en constantes cambios y evolución, con la firme intención de ofrecer buenos servicios. Hasta un punto, todos estamos claros de este concepto, pero en Madrid, por ejemplo, se cuenta que existió un hotel que dentro de sus características, realmente no tenía este tipo de definiciones, ya que iba directamente al sentido inverso.
Era lo peor de lo peor, en el sentido del mal gusto, y esa calidad que seguramente las personas se han de preguntar: ¿dónde habrá quedado? Pues bien, para nadie es un secreto que Madrid es una ciudad llena de luz, de colores, de espacios y encantos, pero también es fuente de historia, y esa historia tiene muchos secretos que a pesar no ser desvelados en la cotidianidad, están allí, y hay que descubrirlos.
Desde luego, cuando se trata del término “cutre”, ya tenemos una idea que nada bueno nos espera, pero también es una oportunidad única de saber qué es lo que nos rodea, ya que años atrás sucedieron cosas, que al día de doy, suelen costar creerlas, sin embargo, hay relatos de Madrid que la afirman como cierto. Te desvelamos los secretos de La Posada de la Cuerda, el hotel ‘cutre’ de Madrid.
2Entre los mitos: Qué se dice de La Posada de la Cuerda
Hay algunos argumentos que indican que simplemente es una leyenda, ya que la realidad es que no existió, pero otros sostienen que se hallaba en una reconocida calle de Madrid. Este segundo afirmativo, es el que se hace notar en medio de la historia que arropa a Madrid. Claro está, los mitos siempre están, y eso va pasando de generación en generación.
Sin embargo, cuando hay bases sólidas, que indica la presencia de un hotel con características desagradables, pues la verdad deja de ser un mito, para pasar a convertirse en una realidad, que muchos tuvieron la oportunidad de conocer, y de escribir, porque el discurso historiográfico ha ido pasando a través de los años.