Siempre es bueno echarle un merecido repaso a los libros de la historia de nuestro país. Esto sin lugar a dudas permite que el ser humano vaya conociendo esos detalles que forman parte de la cultura española. Si bien es cierto que hay escenarios muy sangrientos que hieren la sensibilidad de las personas, el encontramos con los hechos del pasado abre un espacio en la mente de lo que hoy vemos, y hacer un paralelismo con lo que fue muchísimo antes de que nacieramos.
La Plaza Mayor de Madrid, es el escenario que analizaremos el día de hoy a través de este material historiográfico, que da un paseo oscuro sobre esos momentos en el que esta imponente Plaza de Madrid, fue es lugar de ejecución de muchas personas, se cree que hasta más de 300, con ciertas implicaciones que vas a descubrir.
Cabe señalar que muchos escritores nacionales se han dado la tarea de llevar a sus libros, las historias más crueles sobre esos momentos que marcaron un antes y un después en este lugar. De hecho, cualquier persona que observa tales ejecuciones quedaría afectada de por vida, pues esto superaba cualquier película de ficción. Pese a esto que quizás sea espeluznante, representa una parte de la historia de Madrid y de la amada España que tanto queremos, pero que también para llegar a ser tierra de vencedores, tuvo que vivir situaciones complejas.
2Sucesos que nunca se olvidan
La Plaza Mayor de Madrid posee una historia que como bien sabemos data de hace muchos años, esta ha sido el punto de partida para conocer en específico las muertes públicas que pudieron ver los ciudadanos, cuando fueron ejecutadas centenares de personas.
La línea de tiempo nos posiciona al verano de 1641, cuando sería ejecutado en la Plaza Mayor un peligroso espía, quien fue acusado de haber falsificado nada más y nada menos que más de 300 documentos, que con tenían desde luego firmas falsas del Rey del conde-duque, y había hecho pasar a varios gobiernos de otros países.
Lo cierto es que el objetivo principal que tenía este personaje que fue condenado, era cobrar a los embajadores acreditados por Madrid, unas altas sumas de dinero por esas documentaciones falsas. Los pronunciamientos del Tribunal no se hicieron esperar, el hombre recibió una sentencia de morir despedazado públicamente por cuatro potros.
Aunque Felipe IV, no estaba de acuerdo que fuera presenciado por la gente, el mismo ni siquiera firmó ejecución, y la conmutó a pena de muerte en la horca. Cuando ya tenían el cadáver, los restos del espía fueron descuartizados sin remordimiento alguno, dejando al Rey tranquilo, y las masas atónitas por lo sucedido en la Plaza Mayor de Madrid.