Hay muchas personas que no creen en las leyendas de terror, es más cuando les cuentan algunas historias de este tipo suelen mirar al otro con cara de pocos amigos. La verdad es que el mundo tiene muchos secretos, y cada uno de los rincones poseen datos que en diversas ocasiones no son revelados. España tiene numerosos sitios donde el terror se hace presente, y aunque somos un país que nos caracterizamos por tener una amplia diversidad ecológica digna de toda admiración, también existen espacios para el miedo, así como sucede en Barcelona.
Lo cierto es que no son cuentos sacados de unas películas, son leyendas que han ido pasando de generación en generación, y al día de hoy, forman parte de la cosmovisión y la cultura del lugar. Pese a esto, siempre es bueno descubrir estos detalles que revelan sucesos de terror, esos eventos que incitan al miedo, y aunque quizás nos tiemblen las piernas, esas historias también merecen la pena conocer en cualquier momento.
Barcelona tiene encantos, pero aquí se viene un material para conozcas la otra cara del miedo que existe en uno de sus barrios. Descubre cuál es, y qué se dice sobre las leyendas de terror.
4Pócimas en el Carrer del Carme
Barcelona nos sorprende con estas leyendas de terror, y vaya que son ese tipo de historias que no son difundidas. Pero hoy vas a conocer un poco más al detalle de la cultura de esta ciudad, y que han formado parte de los pueblos y barrios que la conforman. Ahora te presentamos las pócimas en el Carrer del Carme. Se trata de la confluencia de calle Picalquers con calle del Carme.
La leyenda nos ubica a al siglo XX, donde existió una de las tiendas de hechizos y embrujos más famosas de Barcelona. Básicamente las personas que iban allí eran brujos, médicos y hasta los mismos farmacéuticos. Es importante señalar que esta icónica y misteriosa tienda se especializaba en el excremento de animales, que eran utilizados para el fabricación de remedios y pociones.
Aunque te cueste creerlo, la caca de los gatos eran las más valoradas. No conforme con esto, ofrecían variedades de huesos de condenados (las falangetas de ahorcados se vendían a muy buen precio como amuletos), y grasa de manos apuntadas que eran usadas para hacer ungüentos mágicos. Se cuenta que estas curaban la tisis y otras enfermedades terminales.
Otra de las actividades es que creaban velas que se cree tenían poderes espaciales, con los que podían descubrir con facilidad un tesoro oculto, y mientras la encendías ocasionaba afectos extraños a las personas que tenían cerca, salvo el que la utilizaba. Era como un hechizo la vela que venía del diablo. Este producto del mal se convirtió en un arma para que los ladrones la usaran para meterse a las casas, y poder llevarse las pertenencias sin que las personas se dieran cuenta. Pues esta vela los hipnotizaba.