El líder del Partido Popular, Pablo Casado, sabe perfectamente que muchos en Génova no le quieren ver como candidato a unas nuevas elecciones generales. El clamor en el PP es que llegue alguien con más carácter, más poso y más carisma que resalte el espíritu moderado del partido, y el actual líder popular no representa ni de lejos esa imagen que quieren en la formación conservadora. Entre los aclamados o «deseados» para liderar ese nuevo proyecto alternativo a Sánchez están el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, y el político revelación del año: el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Y a este último Casado le ha dado un regalo envenenado que, o bien le someterá a su criterio y así el líder del PP beneficiará de su estela política, o bien le erosionará hasta el punto de neutralizarle como posible rival para liderar el partido.
Feijoo se quedó fuera de la ecuación debido a que para él las primarias son algo que no entran en sus planes. Si el presidente de Galicia viene a liderar el PP es en calidad de salvador. Y si va a tener que disputar ese asiento con otros, el gallego prefiere quedarse en su tierra donde parece que de momento no tiene quien le tosa ni en tiempos de pandemia. Sin embargo Almeida es otro cantar, y el presidente del PP lo sabe. Quizás por eso no ha dejado en saco roto el futuro político del alcalde más reforzado en estos tiempos, o al menos es lo que se percibe en las entrañas de Génova.
De puertas hacia fuera, el flamante nombramiento de Almeida como portavoz del partido puede parecer un premio a su brillante trayectoria (aunque corta) como alcalde de la capital. Sin embargo, la realidad es que el objetivo de Casado es bien distinto, pues dentro de ese giro moderado que quiere dar al partido y que se ha llevado por delante a la ya exportavoz del PP Cayetana Álvarez de Toledo, el popular podría querer neutralizar futuras amenazas y acabar con el ascenso imparable de Almeida.
Si el alcalde lo hace bien defendiendo los valores del partido, Casado se beneficiará de ello con una mejora en las encuestas electorales, además de que mantendrá atado en corto al alcalde. Y si Almeida se mete en más de un charco, el presidente popular neutralizará una de las potenciales amenazas para su mandato.
No hay que olvidar que si Almeida ha conseguido convertirse en el alcalde revelación del año es porque ha mantenido un discurso propio, moderado y porque ha disfrutado de una parcela municipal de libertad ideológica que le ha permitido ser él mismo y establecer su propia estrategia electoral y de comunicación. Ahora, con este nombramiento, todo lo que diga Almeida serán órdenes directas de un joven Casado que hasta hace pocos días había apostado por robar votantes a Vox y decidió mantener una línea de discurso agresiva que se comparara a la de Abascal.
El alcalde de Madrid sabe que tendrá que renunciar a esa libertad que tanto le ha hecho crecer y que ahora su discurso puede buscarle enfrentamientos y mala prensa evitables. Sin embargo, desde el gabinete del alcalde confían en que las cosas se harán tan bien como se han realizado en Madrid y que ser portavoz no será un regalo envenenado como interpretan muchos en Génova.
Casado no es ajeno al runrún en su partido. Sabe que no le quieren ni los históricos de la formación porque no representa esa madurez y esa experiencia en gestión de la que siempre han presumido en Génova. Ganó unas primarias que estaban preparadas para Feijoo y ahora ha colocado en puestos clave del partido a políticos como Teodoro García Egea que despierta más rechazo que admiración en cualquier rincón de la sede del PP.
Estos mismos históricos que ven con esperanza el ascenso de Almeida ahora temen que con esta decisión Casado vaya a erosionar una de las figuras políticas con más peso en el PP y consideran que la portavocía popular no es ningún regalo ni ningún premio para el alcalde, sino más bien un toque de atención que busca someterle y/o erosionarle.