El sindicato de la Policía Nacional Jupol no está en absoluto de acuerdo con la nueva orden que ha emitido el Ministerio del Interior con la que pretende que este cuerpo sustituya a la Guardia Civil para proteger el chalet del vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Desde el sindicato entienden que este encargo no les corresponde porque esa demarcación compete a la Guardia Civil. Pero al mismo tiempo, consideran que esa labor contribuirá a desgastar la imagen del cuerpo por las continuas multas y advertencias que hay que hacer a quienes pasen a manifestarse frente al chalet. Por no hablar de que Jupol asegura que la vigilancia que destina Interior a la vivienda de Iglesias y Montero es excesiva, además de afirmar que «no hay riesgo» porque las manifestaciones que hay «no son agresivas».
Jupol tiene varios argumentos para defender que no les corresponde a ellos proteger el chalet de Iglesias. El primero es que esa demarcación está cubierta por la Guardia Civil, por lo que la decisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, de sustituirles por policías nacionales ha levantado las sospechas del cuerpo. No quieren dar afirmaciones contundentes, pero sí que deslizan que puede significar que quiere evitar (o repartir) el desgaste que supone estar frente al chalet multando o advirtiendo a cada persona que pasee por la calle de la vivienda de Iglesias. «Es algo que no nos compete», insisten desde Jupol.
Pero al margen de que no les corresponda, la Policía Nacional en voz de Jupol quiere evitar a toda costa un desgaste en su imagen de cara a la ciudadanía. Durante la pandemia, la labor de la Guardia Civil y de la Policía Nacional fue aplaudida por muchos. Gracias a ellos y al Ejército, el confinamiento fue más efectivo de lo esperado y se consiguió frenar al virus. Y no quieren ensuciar esto con cuatro vídeos de sanciones en la puerta del chalet de Iglesias y Montero que luego ni siquiera se admiten a trámite.
Marlaska ha tomado la decisión y nadie tiene del todo claro por qué. Desde el Gobierno, por supuesto, dan pocas explicaciones y lo achacan a algo rutinario, sin mayor importancia, pero desde Jupol no se mantienen quietos. «Quiere trasladar ese peso, esa crítica y ese desgaste a la Policía Nacional», comentan desde el sindicato. «No entendemos que se haga esto; y menos cuando las críticas (sobre el número de guardias civiles que vigilan el chalet) van en aumento».
Lo que entienden desde Jupol es que Marlaska quiere «menoscavar la imagen de la Policía Nacional» tomando una decisión sin fundamento. A la pregunta de por qué consideran que desgasta la imagen del cuerpo el hecho de proteger el chalet de Iglesias y Montero los agentes lo aclaran: «No es la protección en sí, sino las continuas sanciones que luego han quedado sin efecto», comentan. Muchas de las multas que los guardias civiles han impuesto a quienes se pasaron a manifestarse frente al chalet al final no han ido a parar a ninguna parte. «Crea un desgaste y mala imagen», detallan desde Jupol.
El sindicato también entiende que la protección que se ha destinado al chalet del vicepresidente es excesivo. «Se han visto 12 y 13 vehículos de la Guardia Civil», comentan. «Y no hay riesgo», aclaran. «No hay manifestaciones agresivas, no entendemos que se haya ampliado tanto», aseguran desde el sindicato de la Policía Nacional.
EL PASEO DE SANTIAGO
Lo cierto es que la tensión en la casa de Iglesias es enorme. Ser comunista es una profesión de riesgo en España. El líder del Partido Comunista de España (PCE) y miembro de Izquierda Unida, Enrique Santiago, ha acudido este fin de semana a una inocente (o no tanto) visita al enorme chalet del vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. A la salida, Santiago se ha encontrado a decenas de vecinos de la zona increpándole. Le llaman de todo. Incluso “comunista”, como si se tratara de un insulto para el líder del Partido Comunista. Los ánimos están tan caldeados que incluso Santiago pide a la Guardia Civil que intervenga para calmar los ánimos.
Al parecer, Enrique Santiago paró el coche porque quería que los agentes que escoltan la casa de Iglesias tomaran los datos a los pocos manifestantes que estaban frente al chalet del vicepresidente y de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Cuando paró, los protestantes se indignaron y le llamaron de todo: “¡Comunista!”, “¡Macarra!” y todo lo que se les ocurrió. Cuando Santiago ve que no se puede hacer mucho, se vuelve a subir al Citröen y pone pies en polvorosa.