lunes, 25 noviembre 2024

El ministerio de Montero lanza su nueva prioridad «imprescindible»: El ecofeminismo

En los últimos días, el Instituto de la Mujer ha estado en la picota informativa a propósito de las actividades que organiza o promueve. Desde que el 14 de junio, el siempre polémico Arturo Pérez-Reverte señalara a Beatriz Gimeno, su responsable máxima, en una carta sobre las medidas que pedía implantar en una empresa de decoración, el foco se ha centrado en esta institución pública. ¿El último acto? Potenciar y promover un acto para hablar del ecofeminismo. ¿Qué es esto del ecofeminismo? ¿Qué promueve? Para muchos, nos es más que un nuevo tinglado para sacar subvenciones y puestos amigos. Para otro, una corriente de pensamiento seria a tener en cuenta.

¿QUÉ ES EL ECOFEMINISMO QUE APOYA EL INSTITUTO DE LA MUJER?

La teoría ecofeminista, según sus defensores, es una corriente filosófica que defiende que del mismo modo que el hombre (humanidad, pero sin las mujeres) ha dominado la naturaleza, lo ha hecho sobre la mujer. De este modo, igualan la degradación del medio ambiente con la degradación y el maltrato a la mujer. Básicamente, para ellas, la madre naturaleza es femenina, y como tal está siendo ultrajada, desde tiempos inmemoriales, por el tenebroso hombre.

Como reflexión para esta corriente, quizás sería interesante que leyeran obras con rigor arqueológico como El Secreto de la Diosa, de Lorenzo Mediano, donde se puede ver un posible origen de este patriarcado que evidencia las carencias argumentales del movimiento.

EL PATRIARCADO, COMO GRAN ENEMIGO

Evidentemente, el gran enemigo del ecofeminismo es el hombre. Para sus defensoras, el hombre es un ser malvado que se ha dedicado a competir y conquistar, haciendo suya la guerra, la política, la religión, y, en general, todos los órdenes sociales.

Obvian, a pesar de que también se les ha dedicado su promoción, a las milicianas republicanas, por ejemplo, en el caso de las guerras, o a las portavoces de los diferentes partidos políticos, donde cinco mujeres tienen voz en el Parlamento, y una de ellas es dirigente de su Partido. El hecho de que Nadia Calviño pueda ser la primera mujer dirigiendo el Eurogrupo tampoco es suficiente para abandonar esta demagogia contra el patriarcado.

El otro demonio contra el que se baten en duelos verbales que, de momento, no están teniendo aplicación real en la vida de las mujeres a las que defienden, es el del cuidado asociado a la mujer, degradado por el hecho de que sea la mujer quien lo ha desempeñado tradicionalmente, siendo, por tanto, excluidas de los ámbitos de poder.

Podría darse la vuelta a su argumento y enfocar el debate no tanto en la mujer como centro de todo sino en lo que realmente es el quiz de esta “degradación”: la devaluación de las tareas. Porque sí, el ecofeminismo acusa al hombre/patriarca/sociedad de antropocentrismo, pero no hace autocrítica de la paradoja de que todo gire alrededor de la mujer.

También obvian que cada día más hombres y mujeres reconocen que comparten estas tareas, aunque quedan muchos campos en los que la igualdad real de oportunidades (sin cuotas, sin imposiciones, por méritos, y en plena igualdad) aún está lejos.

ECOLOGISMO Y DERECHO DE LA MUJER A DECIDIR SI SER MADRE O NO

¿De dónde proviene este movimiento? A pesar de que muchos piensan que se trata de una nueva genialidad del feminismo actual, lo cierto es que ya en los años 70 del siglo XX, la pensadora francesa y reconocida feminista y ecologista Françoise d’Eaubonne, acuñó el término ecofeminismo. Para ella, el problema de superpoblación al que se enfrentaba la humanidad se debía a que históricamente, la mujer no había podido decidir libremente si ser o no madre. Iba mucho más allá con sus argumentos: para ella, y para las ecofeministas que hoy la siguen, no habría tal problema si la mujer pudiera abortar siempre que quisiera.

BEATRIZ GIMENO, EL INSTITUTO DE LA MUJER, Y LOS CARTELES SEXISTAS

El anuncio del Instituto de la Mujer, presidido por Beatriz Gimeno, diputada por Unidas Podemos en Madrid, ha levantado ampollas entre mujeres y hombres por igual contrarios a toda esta ideología de género.

Por supuesto, Beatriz Gimeno es una de las ponentes del encuentro. Escritora y ecofeminista convencida, su nombramiento para dirigir el Instituto de la Mujer ha sido visto como un movimiento de radicalización de las funciones (siempre cuestionadas) de la institución. Recordemos que Gimeno es la misma, reafirmada, que diría de la condena a “El Chicle” por el caso Diana Quer: “No queremos prisión permanente revisable. No queremos más presos ni más cárceles. Queremos cerrar cárceles y en algunos países se hace.”, omitiendo el daño causado y el origen de su detención (un nuevo intento de agresión).

Su inquina contra el hombre no ha respetado ni la coalición de Gobierno. Gimeno ha acusado al socialista Emiliano García-Page, de «homofobia» por plantear acuerdos entre PSOE, PP y Ciudadanos: «Es que no se si se me entendió bien la primera vez. La homofobia de García Page da mucho asco. Que ande proclamando que prefiere un gobierno con el PP antes que un gobierno de izquierdas para la mayoría social algo tendrá que ver».

Sin embargo, su mayor polémica y lo que mejor evidencia su radicalismo autocrático es la relacionada con la agenda sexual radical, según ella, necesaria tanto para las feministas homosexuales como para las heterosexuales. ¿Acaso no pueden decidir ambas cómo abordar su sexualidad sin que venga a imponerla un organismo o un Ministerio?

PIRATAS Y PRINCESAS

Y es que parece ser que la función del Instituto de la Mujer es decir a los diseñadores qué tienen que poner en sus obras y cómo deben hacerlo. Esta carta, como indica el posteador Reverte, muestra cómo Beatriz Gimeno, que firma de su puño y letra, remite una serie de recomendaciones sobre los diseños sexistas (a su parecer) de unos carteles decorativos para habitaciones infantiles.

No solo se permite el lujo de dar consejos, sino que, además espera respuesta (y, por supuesto, afirmativa, de seguimiento de sus indicaciones sobre cómo está afianzando el patriarcado y el machismo). Que haya niñas que les guste ser princesas, y también piratas, no importa.