Una parte de la izquierda española ‘clásica’, Izquierda Unida principalmente, no se encuentra a sí misma. Y nada tienen que ver en esta percepción las anodinas celebraciones del 14 de abril, Día de la República, y del 1 de mayo, Día del Trabajador.
El asunto es que resulta anómalo advertir como parte del Gobierno a Izquierda Unida, que cumplió 34 años de vida hace unos días. Quizás porque muchos de sus militantes de base, de colmillo afilado, habían consolidado un argumentario vital muy crítico hacia ‘los gobernantes’, que ahora son entre otros Alberto Garzón y Yolanda Díaz.
IZQUIERDA UNIDA Y LA OTAN
Izquierda Unida nació en abril de 1986 por un motivo: el PCE necesitaba aprovechar la movilización contraria a la permanencia de España en la OTAN, cuyo referéndum se celebró el mes anterior, para ‘lavarse la cara’ de cara a las generales de junio.
La papeleta no era fácil: el PCE se había hundido hasta los cuatro escaños en 1982, el felipismo tenía intención de hacer desaparecer al que había sido la principal fuerza opositora a Franco entre 1938 y 1975, y Santiago Carrillo quería seguir enredando con un nuevo proyecto al que no le fue permitida la entrada en IU por la larga lista de cadáveres internos que dejó a sus espaldas, lean ‘El zorro rojo’ de Paul Preston y »Miseria y grandeza del PCE’ de Gregorio Morán.
En el bufete de abogados de Cristina Almeida se fotografiaron prebostes del PCE y algunos rebotados del propio PCE y del PSOE. Esta nueva aventura tenía como interés que los comunistas eligiesen un paraguas electoral más comercial. Porque se avecinaba la caída del Muro y nadie quería unir su destino al de los países del este.
Al PCE se le unieron en Izquierda Unida el PASOC de Alonso Puerta, la azañista Izquierda Republicana (que conservaba más pedigrí que militantes), la escisión prosoviética del PCPE, Federacion Progresista (partido zombie de Ramón Tamames, que todavía no iba a las tertulias favoritas de la ultraderecha), el Partido Humanista (que fue expulsado tras ser relacionado con una secta) y el pintoresco Partido Carlista (que aparcaba las luchas dinásticas para apostar por la autogestión decimonónica como modelo económico).
SALVANDO LOS MUEBLES
Gerardo Iglesias encabezó la plancha estatal de Izquierda Unida en las generales de 1986. La coalición se estrenó con nueve diputados, cinco más de los que tenía el PCE en solitario. ¿Y Carrillo? Mesa para la Unidad de los Comunistas no obtuvo representación, pero al menos no sufrió grandes chanzas porque el gran derrotado de aquella cita fue el Partido Reformista Democrático (la célebre ‘Operación Roca’).
IU se estrenó con muchos problemas y Gerardo Iglesias nunca se hizo a Madrid. El dirigente asturiano, que se había negado a aceptar la tutela de Carrillo (al que echó del PCE), cambió el escaño por la vuelta a la mina. Las puertas giratorias de Izquierda Unida, vean otros ejemplos vitales como Julio Anguita, no han funcionado como las de otros partidos.
Gerardo Iglesias, que sufrió la larga sombra de Nicolás Sartorius (favorito entre la ‘izquierda pop), dejó paso a Julio Anguita, que venía avalado por sus triunfos en Córdoba y su sobresaliente resultado en Convocatoria por Andalucía en las autonómicas del 86.
En 1989 IU alcanzó 17 escaños, y en 1993, con el PSOE agudizando todavía más su desgaste por los crímenes de Estado y la corrupción, subió hasta 18. Felipe González en aquel año se había negado a buscar acuerdos con Anguita porque prefería a Jordi Pujol.
ROZANDO EL TECHO
En las generales de 1996 Izquierda Unida alcanzó los 21 escaños, solo dos por debajo de los del PCE en 1979, pero la sensación interna era de desasosiego: el PP entraba en la Moncloa con una carpeta neoliberal bajo el brazo, Anguita no rentabilizaba su constante mejora de resultados (IU no influía en el BOE), y había surgido una corriente liderada por Cristina Almeida y Diego López Garrido, el Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI).
El PDNI se convirtió en una corriente interna de IU que le pedía a Anguita que se acercase al PSOE (los guiñoles de Prisa dibujaban con efectividad en el imaginario colectivo ‘la pinza’ entre PP y los comunistas).
Anguita, que había sufrido varios infartos y no tenía ganas de volver a plantar batalla, dejó su sitio a un histórico del comunismo, Paco Frutos. El dirigente catalán amagó con pactar listas con el PSOE, finalmente todo se quedó en un inoportuno brindis al sol, e IU cayó hasta los 8 escaños en el año 2000.
DEL INFIERNO AL CIELO
Gaspar Llamazares demostró que ser un contrastado especialista en ganar primarias y perder elecciones. Este médico asturiano llevó a IU hasta los 5 escaños en 2004 y hasta los 2 en 2008. Fue entonces cuando prometió que se iba a marchar de la política… y hace un año lideraba una lista de las elecciones generales.
En 2011 el candidato fue Cayo Lara, que remontó hasta los 11 diputados. Pero esa cifra fue decepcionante al haberse logrado en una cita electoral convocada unas semanas después de surgir el 15M. Aquel palo demostraba que Izquierda Unida no era el vehículo político idóneo para canalizar los aires de regeneración que exigían los indignados.
ALBERTO GARZÓN
Alberto Garzón rejuveneció el cartel de IU, convertida por interés electoral en Unidad Popular para las generales de 2015. El malagueño salvó dos escaños y consiguió tiempo para lograr unas condiciones aceptables que firmó en el pacto de los botellines de 2016 con Pablo Iglesias.
Desde hace cuatro años IU, a nivel estatal y en algunas autonomías, se ha integrado de facto en Podemos. Es probable que en los próximos meses Iglesias y Garzón ejecuten una ‘fusión fría’ que conllevará que ambas fuerzas compartan estructuras dentro de Unidas Podemos. Tiempo al tiempo.