¿Pueden las grandes fortunas trasladar sus éxitos empresariales al servicio de causas sociales a través de grandes donaciones de capital? ¿Servirá esto para afrontar de manera más eficiente la crisis que con toda seguridad azotará a la economía global? Hace más de diez años surgió el filantropismo, una nueva forma de filantropía. Ésta, puede ser la clave para resolver problemas sociales que siempre han estado atascados en los programas políticos. Ahora, parece que ha llegado su momento.
3¿Cuáles son sus defectos?
El reproche más común frente al filantrocapitalismo es la arbitrariedad. Al no tratarse de una política social, perteneciente a una agenda global, se corre el riesgo de que los empresarios elijan las causas a las que destinar el dinero. La sanidad, el cambio climático o la educación suelen ser las que más atraen a los empresarios. Sin embargo, hay muchas otras causas que necesitan de apoyos y recursos muy potentes y se quedarían así al margen. Además, si el filantrocapitalismo se impone, dejaría de tener sentido la existencia de organizaciones gubernamentales o no gubernamentales que vienen realizando dicho trabajo hasta la fecha. Se delegaría así a manos privadas, una ayuda absolutamente vital para muchas causas. Privatizar las políticas sociales puede conllevar serios problemas y desigualdades.