Los profesores de Religión continúan con su actividad docente a distancia en medio del Estado de Alarma decretado como consecuencia de la pandemia por el coronavirus. En España hay 34.659 profesores de esta materia. Una de ellas es Sandra Román, que trabaja en el Instituto Emilio Castelar, en el barrio de Carabanchel, en Madrid, y que da clase a unos 300 alumnos, a los que sigue mandando tareas y con los que algún día queda a través de ‘zoom’, para hacer videollamadas, aunque reconoce que muchos no pueden conectarse por falta de ordenador o de WiFi.
«Hay tres modalidades: les mando las tareas, si tienen libro, y si no, les preparo los apuntes; les mando vídeos o trabajos interactivos, a través de classroom o educamadrid. Y luego están las videoconferencias, si algún día hay posibilidad de conectarse por zoom, haces una quedada por así decirlo, y si son mayores ellos mismos exponen sus trabajos y luego hay espacio para el debate», explica la profesora Sandra Román a Europa Press.
En todo caso, reconoce que, si tiene 30 alumnos en una clase, a lo mejor se pueden conectar cinco o seis, porque la mayoría no dispone de los medios. «De mis alumnos de la ESO, el 90% no tiene los medios para seguir la clase», afirma esta docente, al tiempo que añade que el problema suele estar en que no tienen ordenador en su casa. En caso de que tengan móvil, apunta que es «más difícil» enviar los trabajos ordenados y si lo que no tienen es wifi, no pueden buscar fuentes porque «enseguida se les acaban los datos».
En cuanto al contenido de la asignatura, la profesora explica que no les está afectando porque es una materia «bastante flexible» aunque tiene un currículo con el que procuran cumplir. Normalmente, son clases de 1 hora o 2 horas semanales, dependiendo del curso y Sandra Román comenta que ahora con la educación a distancia, las horas incluso «se han incrementado» si se tiene en cuenta el trabajo de preparación, las videoconferencias y las tareas.
Para ella, no ha sido difícil adaptarse a la educación virtual porque ya venía utilizando en sus clases la plataforma classroom, desde antes del confinamiento, pero señala que conoce el caso de otros profesores a los que sí les está costando más porque, en algunos casos, ni siquiera disponen de un ordenador o de Internet en su casa. Además, añade que preparar el material virtualmente requiere un «sobreesfuerzo» y después se pueden encontrar con cien trabajos por curso para corregir.
CONCIERTO DE ROSANA EN HOMENAJE A LOS PROFESORES
En este sentido, agradece que este miércoles la Fundación SM haya organizado un concierto de Rosana –que se retransmite a las 20,15 horas en la cuenta de Instagram de la artista– para rendir homenaje a todos los docentes del mundo por su esfuerzo en estos momentos. Que se reconozca la labor docente es un motivo de agradecimiento», ha asegurado Sandra Román, lamentando que al principio hubiera gente que pensara que estaban «de vacaciones.
Al contrario, esta profesora del Instituto Emilio Castelar de Madrid asegura que no solo siguen con la tarea de evaluación de sus alumnos sino que además ahora hacen una labor de acompañamiento y seguimiento pues se preocupan por sus estudiantes, a los que no pueden ver cada día, les llaman e incluso intentan conseguir recursos tecnológicos para ellos cuando no los tienen.
«Llegar a todos es quizá lo más complicado, conocer sus situaciones, ponerte en contacto con aquellos de los que no has sabido en un mes. A la vez que la labor docente, también hacemos una labor de seguimiento, de acompañamiento de sus situaciones», asegura.
Además, en las clases, los profesores intentan que sus estudiantes sean «conscientes de la realidad» de la pandemia del coronavirus, que «reflexionen» y «de alguna manera se impliquen». En concreto, Sandra Román da clase de Religión a un grupo de Bachillerato nocturno y algunos de sus alumnos, que son enfermeros, pidieron a sus compañeros de clase que escribieran cartas para los hospitales. Otros se han preguntado en clase «si es un castigo» esta pandemia. También algunos expresan su «desconcierto» a nivel académico, su «incertidumbre» por lo que va a pasar.