Alberto Garzón le dedica su libro ‘Por qué soy comunista’ al llorado Marcos Ana, «cuyo ejemplo de vida me inspira», y a Julio Anguita, «porque eran gigantes y no molinos». Estos dos homenajeados encarnan la desconfianza tradicional de los comunistas hacia los socialistas.
El poeta Marcos Ana fue uno de los miles de españoles que protagonizaron una de las escenas más desgarradoras del siglo XX español y a la que nuestro cine le debe una película: los republicanos, hastiados por una Guerra que los había dejado sin ganas de vivir, esperan en el puerto de Alicante a un buque que nunca llegará antes de ser apresados por las tropas fascistas.
Muchos de ellos se acordaron de los familiares directos de socialistas como Julián Besteiro o Wenceslado Carrillo, que promovieron el golpe de Estado de Segismundo Casado contra la República sin siquiera conseguir arrancar la promesa de piedad de Franco o sin preparar la evacuación de las tropas rojas. Anguita, por otras razones menos trágicas, también sufrió al PSOE.
LAS SIETE RAZONES DEL ODIO COMUNISTA
En el PCE se ha dicho siempre en voz baja que solo hay un tipo de persona que despierte más odio en las filas marxistas que los ‘fachas’: los socialistas, «socialtraidores» antes de la Guerra y «socialistos» tras la muerte de Franco.
La razón es que el bloque comunista cree que los socialistas son el gran triunfo del liberalismo porque se adaptan cómodamente al capitalismo y solo exigen ciertas exigencias estéticas en lo económico para diferenciarse socialmente.
PECADO ORIGINAL
En 1920 las juventudes del PSOE rompen con el partido y de ahí nacen dos fuerzas que se fusionarían poco después: el PCE y el PCOE. Este nuevo proyecto nacía con la intención de ser la marca española del marxismo porque los socialistas se habían negado a entrar en la Internacional Comunista tras el triunfo de la Revolución rusa.
Los socialistas españoles, aunque tardarían más de medio siglo en eliminar el marxismo de de sus estatutos, demostraron que se amoldaban a ocupar el hueco de los liberales durante el siglo XIX: el de la comparsa o el reverso de los conservadores en una democracia burguesa, eso sí, sin comprometer el marco económico capitalista.
LA VERGÜENZA DE LARGO CABALLERO
Francisco Largo Caballero, que durante la Guerra fue conocido por la prensa fascista como «el Lenin español», fue una de las voces socialistas que se opuso con más vehemencia a la integración del PSOE al Komitern o Internacional Comunista.
Este sindicalista, apoyado por Julián Besteiro, fue capaz de entrar en el Consejo de Estado de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, que prohibió y persiguió a comunistas y anarquistas mientras el PSOE quedaba a la altura del betún histórico.
A LA REPÚBLICA POR LA VÍA BURGUESA
En el verano del 29 el PSOE rompe con la Dictadura agonizante de Miguel Primo de Rivera y al estío siguiente se suma al Pacto de San Sebastián para tumbar a Alfonso XIII con otras fuerzas republicanas burguesas que lideraban esa Alianza Republicana que integraba a personajes tan dispares como don Manuel Azaña o el desacreditado Alejandro Lerroux.
El PSOE parecía olvidar la lucha de clases para tejer pacto con fuerzas que en público y privado insultaban al PCE por sus lazos con Moscú. La prensa española, controlada por la derecha, llevaba una década demonizando la Revolución rusa y la izquierda burguesa se amoldaba a las circunstancias ambientales.
LA II REPÚBLICA SIN HUECO PARA EL PCE
La II República llegó con modernización de la Educación y con aire para el género femenino. Pero ninguna de las grandes reformas prometidas, la efímera Ley de Reforma Agraria no llegó con la fuerza anunciada, y el PCE lo tuvo claro desde el principio.
Los comunistas aseguraron que los vientos de cambio eran un «engaño para la clase trabajadora». Y hasta 1936 no acabaron las hostilidades entre el PCE y el PSOE, que se fundieron dentro del Frente Popular liderado por Manuel Azaña.
Hasta los anarquistas, alérgicos a las urnas por «legitimadoras de una aparente democracia», fueron a votar en febrero. Y las derechas, aunque Pío Moa intentase reescribir la historia seis décadas después, aceptaron por aquel entonces su derrota.
FINAL AMARGO PARA LA CAUSA COMUNISTA
El PCE entró en el Gobierno con dos ministros durante la Guerra, pero la contienda acabó con amargura: cierto es que Largo Caballero o Juan Negrín sintonizaron con Moscú, pero personajes como Indalecio Prieto o Julián Besteiro se enfrentaron con dureza contra los comunistas.
El final de la Guerra estuvo protagonizado por el golpe de Casado apoyado por varios miembros del PSOE, impasibles ante la falta de unos preparativos para evacuar a los miles de miembros del ejército rojo.
CIEN AÑOS DE HONRADEZ… Y CUARENTA DE VACACIONES
En 1979 el PSOE celebró con grandes fastos su centenario para celebrar que se había convertido en la alternativa a la UCD en vez del Partido Comunista de España, que nunca se encontró cómodo en el regreso de la democracia al sufrir el caudillismo de un personaje egoísta y lleno de claroscuros como Santiago Carrillo.
Los socialistas eligieron el lema «Cien años de honradez» y en Madrid apareció una pintada ingeniosa: «Cien años de honradez… y cuarenta de vacaciones». Y es que algunos no olvidaban en la izquierda que el PSOE desapareció en la práctica mientras el PCE atacaba al franquismo desde el interior, Universidad Madrid, y desde el exilio, París, Moscú y Bucarest.
Escocía, y mucho, que Indalecio Prieto disfrutase de grandes banquetes en el dorado exilio mexicano, decían que con el dinero del oro del Banco de España, mientras los cuadros medios comunistas se helaban las manos en Bucarest para teclear el Mundo Obrero o los guiones de «La Pirenaica».
CUARENTA AÑOS DE DIVORCIO
Comunistas y socialistas no han tenido demasiado feeling durante estos últimos cuarenta años: el PSOE finalizó el franquismo intentando dejar fuera de diversas Plataformas democráticas al PCE y Felipe González promovió desde 1983 hasta 1997 varias escisiones en las filas comunistas (el PCPE, el PTE de Carrillo o el PDNI de Almeida y López Garrido, estas dos últimas fuerzas digeridas desde Ferraz).
Este divorcio ha tenido algunas etapas dulces (Almunia-Frutos o ZP-Llamazares), pero en las filas del Partido Comunista de España no olvidan las humillaciones a las que le sometía con los guiñoles el Grupo PRISA, afín al PSOE, a Julio Anguita, parodiado como un desnortado Don Quijote. De ahí la dedicatoria de Alberto Garzón, que seguramente no interrumpa el sueño de Sánchez: «Porque eran gigantes y no molinos».