Del 28A se puede afirmar que Pedro Sánchez obtuvo un éxito revitalizante para las filas del Partido Socialista: revivió a la formación con la obtención de 123 diputados, 39 más que en los últimos comicios, logrando rebajar el impacto de la extrema derecha.
Hasta aquí, sí, es posible alardear también de que Sánchez tiene el camino hacia la presidencia del Gobierno bastante bien encarado; de que, con o sin mayoría absoluta, dirigirá el futuro de España durante los cuatro años siguientes. Ahora bien, queda dirimir si lo hará con el apoyo de los independentistas o no, cuya cuota de diputados se antoja indispensable para alcanzar tan codiciada meta (15 de ERC más 7 de JxC suman 22 diputados).
A día de hoy, por los comportamientos dialécticos de Sánchez, es una posibilidad compleja. Hay que recordar que, en la reunión que mantuvo hace un par de semanas con los presidentes de cada partido, no se citó, en cambio, con ninguna de las personalidades nacionalistas. No es de extrañar —sobre todo— después de las palabras del ministro José Luis Ábalos tras las elecciones, las cuales encerraban la intención de gobernar con mayoría simple y de desechar cualquier intención de pactar con ERC. Además, si el presidente así lo hubiese deseado, tendría que haberse desplazado hasta el centro penitenciario del Soto del Real (de esto no hubo un mínimo atisbo).
Afirmar que Sánchez no vaya a contar con los independentistas es cierto. Tanto como que, si quiere, tampoco pueda hacerlo, puesto que aún están por conocerse las condenas por sedición, rebelión o malversación por los hechos ocurridos el 1 de octubre de 2017. Todo está por ver, pero conviene que desde el seno del PSOE no cierren filas tan a la ligera, ni de un lado ni del otro.
Si, finalmente, la Justicia decide condenar a los sediciosos: ¿cómo afectaría a la Cámara para la formación de gobierno? ¿cómo se confeccionarían las mayorías en caso de que Junqueras (ERC), Romeva, Sànchez, Rull y Turrull (JxCat) fuesen condenados? Para responder a esta pregunta habrá que esperar, al menos, hasta julio; antes, el Tribunal Supremo se ha propuesto no publicar nada. Pero, mientras tanto, también pueden ver suspendida su condición de diputado, tal como establece el reglamento del Congreso para los que se encuentren en prisión preventiva.
La mayoría absoluta está fijada en la mitad de los diputados del Congreso más uno; es decir, de entre 350 escaños, 176 personas han de apoyar la posición del Presidente del Gobierno en su investidura en la primera votación. En caso de que finalmente quede suspendida la condición de diputados de los que están siendo juzgados, la cifra para conquistar esta hazaña se situaría en 173 diputados.
Siguiendo con las cábalas, partiendo además de que el PSOE no vaya a pactar con Ciudadanos, el actual presidente en funciones tendría harto complicado apoderarse del Congreso con la mencionada mayoría. A sus 123 diputados, no le bastaría con sumarle los 16 escaños independentistas (con los hipotéticos procesados ya desgravados) entre JxCat y ERC. El resultado de la probable conjunción y de la unión segura con Unidas Podemos daría 164, guarismo considerablemente alejado de los 173 que se precisan. Llegados a este punto, no sería nada descabellado que el PSOE se erigiese en Gobierno con una mayoría simple.
En cambio, otro horizonte se dibuja si los de Sánchez deciden pactar con otras fuerzas minoritarias. La tan anhelada cifra, opción más fiable que la anterior citada, se alcanzaría con la suma de los diputados del Partido Nacionalista Vasco (7), de Coalición Canaria (2) y del Partido Regionalista Cántabro (1). En total, 175 diputados siempre con Podemos sobre el terreno.
HB HIZO QUE VARIARAN LOS CÁLCULOS
El PSOE ya conoce lo que significa sufrir esto a expensas de formar gobierno. En 1989 ocurrió un caso similar al actual con Herri Batasuna, que logró cinco diputados en los comicios del 21 de noviembre de citado año. Aquella legislatura, correspondiente a la IV de la democracia, el partido de Felipe González cosechó 175 diputados: uno menos que los necesarios para gobernar con mayoría absoluta. Consiguieron finalmente uno más, gracias al apoyo del canario Luis Mardones. Sin embargo, la situación final de los diputados de Herri Batasuna sobrevoló sobre las posibilidades numéricas. Los diputados abertzales no pudieron finalmente participar en el debate de investidura puesto que no fue aceptada su fórmula de acatamiento de la Constitución (añadieron «por imperativo legal»), con lo que varió la frontera de la mayoría.