El 1 de abril de 1939, hace ochenta años, terminó la Guerra Civil. También es el momento en el que Franco decidió mantener a su disposición una gran fortuna para la época: 34 millones de pesetas de donativos realizados para sostener el esfuerzo bélico, la reconstrucción o ayudas a los damnificados.
El valor de estos fondos se correspondería hoy, al menos, con 388 millones de euros. El dinero se mantuvo en diferentes cuentas corrientes, la mayoría de ellas en el Banco de España. Los documentos que lo acreditan, que se conservan en el archivo de la Fundación Francisco Franco y en la copia que existe en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, dan fe de que buena parte de ese dinero, 23 millones de pesetas, todavía estaba en las cuentas bancarias hasta que se les pierde la pista a finales de 1959.
Lo único que se ha podido reconstruir posteriormente a esa fecha es el destino final de la principal de todas las cuentas, la 70.713 del Banco de España. Llegó a tener 17 millones de pesetas en 1940, prácticamente al finalizar la guerra, y su contabilidad aún existe en el archivo de esta institución. En el último apunte que puede consultarse aparece un saldo de sólo 60.013 pesetas en 1965.
El final de esta cuenta es especialmente curioso, ya que dos meses después de la muerte de Franco, esa cuenta, que estaba denominada como “Donativos a disposición de S.E. el Jefe del Estado” fue puesta a nombre del recién coronado rey Juan Carlos.
Sin embargo, nada se sabe hasta el momento del destino de los saldos que existían en el resto de cuentas. Lo que sí se puede comprobar del resumen de su estado realizado trimestralmente por su secretario personal y que se conservan en los archivos de la Fundación Franco. Sólo existe copia de algunos de ellos entre 1940 y 1959. Según estos papeles, los 34 millones de pesetas que existían al finalizar la guerra descendieron hasta quedar en 22,8 millones al final de 1950. No se conoce a dónde fue a parar la diferencia.
Aproximadamente ese mismo saldo se mantuvo estable en estos resúmenes hasta el que se conserva de 1959, pero no es posible conocer hasta este momento qué destino final tuvo ese dinero. Lo único conocido es lo que ocurrió con la cuenta citada anteriormente, que acabó a nombre del rey Juan Carlos, cuando ya no tenía apenas fondos. Era la que tenía más fondos al finalizar la guerra, con 17 millones de pesetas.
FRANCO NO REINTEGRA LOS DONATIVOS
Esta cuenta sólo tenía 138.521 pesetas a finales de 1959, con lo que en el resto de cuentas quedaba entonces más de 22 millones de pesetas de los que no se sabe nada. El caso es que al finalizar la guerra, el Estado estableció que todos los donativos y suscripciones populares realizados durante la Guerra Civil se integrarían en el Tesoro Público a través de una Junta Liquidadora. Sin embargo, esto no se cumplió en el caso de la fortuna que quedó en las cuentas de donativos que estaban a disposición de Franco.
Otras cuentas que no provenían de los donativos de guerra, pero que sí eran del entorno de Franco, fueron vaciadas antes de su muerte. Así por ejemplo, la cuenta de la Casa Civil de Franco tenía un saldo de 12,8 millones de pesetas en mayo de 1975, seis meses antes de su muerte. En junio, con Franco ya muy enfermo la cuenta se quedó a cero.
La documentación de la época señala que Franco dedicó parte de los fondos de donativos de guerra a su destino original, pero no siempre fue así. Algunas de esas cuentas fueron utilizadas para pagar gastos como un viaje de la hermana del dictador a Baleares. Documentos del archivo del Palacio Real dan cuenta de sus fondos se usaron también para agasajar al regimiento de la guardia de Franco con motivo de su onomástica.
Además de Franco, su mujer, Carmen Polo, también manejó una cuenta destinada a donativos, aunque con un saldo mucho menor. Al finalizar la guerra todavía recibía aportaciones, ya que en agosto de 1939 el cardenal arzobispo de Toledo donó 10.000 pesetas de la época a la esposa del dictador.
Después de terminar la Guerra Civil, Franco decidió hacerse con una enorme finca en la localidad madrileña de Valdefuentes. Se trata de un terreno de unos diez millones de metros cuadrados que hoy se encuentra en manos de sus herederos. La inversión no fue pequeña, ya que entre la compra de las parcelas y las construcciones y maquinaria de la finca, Franco se gastó en ella 13,4 millones de pesetas, una cantidad que no se explica cómo podía tener este militar.
Al finalizar la Guerra Civil, los Franco pudieron resarcirse, además, de los daños que provocó. Eso fue lo que ocurrió con la finca de La Piniella, propiedad de Carmen Polo, la mujer de Franco. Ésta había firmado sólo dos meses antes del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, cuando comenzó la Guerra Civil, una póliza de seguro para cubrir el riesgo de motín y tumulto popular. Efectivamente, la finca sufrió daños. Estos fueron cubiertos diligentemente por la compañía aseguradora.